Con Gustavo Petro sí hubo cambios
En los últimos meses de la Administración Petro es oportuno señalar las modificaciones que se presentaron en la manera de gobernar. Veamos algunos cambios:
- Las relaciones de la Administración presidencial de Colombia con la de los Estados Unidos ahora son de continuo enfrentamiento; antes las diferencias se zanjaban por la vía diplomática.
- Los Consejos de Ministros, que durante administraciones anteriores eran privados, Gustavo Petro los volvió públicos y ahora se transmiten por los canales de la televisión. Unos los califican como excelentes, otros como grotescos y a otras personas no les interesan en absoluto.
- En los gobiernos anteriores todos los ministros renunciaban en forma protocolaria y el presidente hacía los cambios sin tanta alharaca y hasta escándalo.
- En gobiernos anteriores nunca un mandatario incitó a la ciudadanía para que participara en manifestaciones y movimientos de protesta, en la de Petro sí y hasta el momento han sido muchas las ocasiones.
- Los presidentes de antes nunca protestaron por fallos de la justicia en general, Gustavo Petro sí.
- Las relaciones de los anteriores jefes de estado con los empresarios, industriales y demás gremios económicos eran de permanente diálogo en la búsqueda de consensos; en la actualidad no ha sido así y Gustavo Petro prefiere la polémica y es más, no ha asistido a los congresos anuales de las principales entidades gremiales.
- En gobiernos pasados los mandatarios no cambiaron asuntos estipulados en una ley por medio de “decretazos”.
- En el mandato petrista del cambio el peor fue con el exterminio de las EPS, mediante el anuncio del chu, chu, chú las Empresas Promotoras de Salud, que en los gobiernos anteriores aunque no eran óptimas en atención nunca llegaron al nivel de caos en que ahora se encuentran.
- Nunca los presidentes de antes ejercieron su administraban mediante la vía de los mensajes X (anteriormente Twitter), Gustavo Petro sí y es en forma exagerada.
- Finalmente por sus anuncios, declaraciones y disposiciones en general Gustavo Petro ha sido el gobernante más caricaturizado.
Jorge Enrique Giraldo Acevedo
Fecode, Fomag y la oportunidad de
oro para los falsos salvadores
Señor director:
La Ley 91 de 1989, artículo 15, no deja espacio para la confusión: el Fomag está obligado a reconocer y pagar las prestaciones del magisterio. Punto. No es un favor, no es una concesión, no es una negociación. Es un derecho. Entonces, ¿por qué seguimos viendo a miles de docentes de todo el país preguntándose si tienen derecho a lo que la ley ya les garantiza desde hace más de 30 años?
La respuesta es incómoda, pero necesaria: porque Fecode ha fallado rotundamente en la difusión del acuerdo firmado con el Fomag, un acuerdo que reconoce justamente la prestación que tantos maestros han venido reclamando.
Y aquí la pregunta que nadie en la dirigencia quiere responder: ¿Por qué un acuerdo que debería haber sido celebrado con bombos y platillos permanece escondido, casi vedado para la base docente?
El magisterio no necesita secretos, necesita claridad. No necesita rumores, necesita información oficial. Pero mientras Fecode se aferra al silencio -o a comunicados ambiguos que dicen todo y nada- el costo lo pagan los maestros: desinformación, incertidumbre y vulnerabilidad.
Y allí, en ese terreno fértil sembrado por la falta de transparencia, florecen los abogados oportunistas, esos que, sin vergüenza alguna, cobran honorarios por trámites que jamás hicieron o por procesos que ni siquiera requieren intervención jurídica. Profesionales que ven en el desconocimiento del docente una chequera abierta. Mercenarios legales que venden humo y facturan como si hubieran movido montañas.
Lo más indignante es que este negocio no sería posible si Fecode cumpliera con lo mínimo: informar.
Porque cuando el sindicato calla, otros hablan. Y no para orientar, sino para aprovecharse. El resultado es un ecosistema perverso: Un acuerdo real que nadie explica. Una prestación reconocida que muchos desconocen. Y una fila de “asesores” listos para cobrar por lo que nunca hicieron.
El magisterio colombiano merece más que esto. Merece transparencia, pedagogía jurídica y liderazgo responsable. No silencios estratégicos. No acuerdos escondidos. No ser presa fácil de quienes han hecho del engaño un modelo de negocio.
Es hora de exigir que Fecode rinda cuentas, publique el acuerdo completo, explique sus alcances y asuma su papel como garante de la información que el docente necesita. Y es hora también de que las autoridades pongan la lupa sobre quienes están lucrándose de derechos ya reconocidos, usando el miedo y la desinformación como instrumentos de cobro. Porque al final, lo que está en juego no es solo una prestación. Es la dignidad del maestro. Y esa, señores, no tiene precio. Ni excusa.
Jorge Edisson Hincapié L., docente inconforme
Es triste ver como después de que pintaron el estadio Palogrande en Manizales y lo están arreglando por fuera y por dentro vengan estos desadaptados a volver a pintar las paredes, no son sino pinturas sin sentido, hay que respetar. Los estadios en las ciudades viven limpios, pero acá no. Se supone que Manizales es la mejor ciudad, pero en cuestión de cuidado de las paredes NO, no dejan nada sin pintar. Qué pesar la falta de educación.
Laura Victoria Franco Botero
Parece un poquito fuerte el apelativo, pero a esa conclusión llegamos después de mirar las estadísticas que muestran los altos índices de accidentalidad ocasionados por tales caballeros, los motociclistas. Cuando no es que ellos mismos se matan por imprudentes, es que atropellan a los transeúntes por sus excesos de velocidad y las pésimas maneras de conducir sus aparatos. Dura tarea le espera a las autoridades de tránsito si quieren controlar el mal uso de las motos, logrando que estas cumplan su ordenada función de ser un elemento de transporte muy útil a la comunidad.
Bernardo Molina Marulanda
Antiparanoia
La paranoia no es solo un estado mental: es una arquitectura del poder. Los poderosos la cultivan para justificar su fuerza, para blindar su privilegio, para convertir el miedo en ley. “Nos van a atacar”, dicen, se arman y atacan en previsión. “Nos miran con ganas”, dicen, y vigilan. También los poderosos del mal, los bandidos, siembran miedo y se favorecen de él. Es la sociedad paranoica: una red de sospechas y temor que organiza la existencia en torno al conflicto.
La paranoia no se queda en los palacios. Se filtra en las calles, los ascensores, los parques, en los saludos que no se dan. La persona que no mira -”no mire a los extraños” leí en un aviso del metro de Nueva York-, que no saluda, que teme a todos, reproduce el miedo como forma de vida. Sin embargo, hay gestos que resisten: una fresa ofrecida en el ascensor, un cordón que alguien se ofrece a atar en plena calle, una clase fugaz sobre algo. Son actos de antiparanoia: interrupciones del miedo, aperturas sin cálculo. La antiparanoia no es ingenuidad. Es una forma de sabiduría que reconoce que el mundo respira mejor cuando alguien se agacha por otro, cuando alguien comparte su saber sin esperar eco. Cuando, viéndolo en problemas, le cede el paso o le paga el bus.
Es el prana del vínculo: el aliento vital que circula entre cuerpos que todavía se atreven a mirar. Hay vínculos que no se nombran, pero sostienen. Gestos que no fundan relación, pero dejan huella. Conocidos o no que, por un instante, se hacen compañeros de alma. La humanidad es una sumatoria de pasados. Y cada gesto de cuidado, cada constancia mínima, es una forma de ser que da valor al “ser” que se crea y se destruye momento a momento.
Luis Fernando Gutiérrez Cardona
Señor director:
Gracias señores de LA PATRIA por la nota de la calle es libre, en el barrio Fátima de Manizales. En la que se muestra la ocupación del espacio público con elementos para impedir el parqueo de vehículos y apropiarse de las calles. Creo que falta más atención y control de estas situaciones, pues en otro barrio, El Porvenir, es peor la situación teniendo un espacio para ubicar carros más adelante. Además alteran la tranquilidad de la noche.
Una ciudadana.
Señor director:
Los contribuyentes que pagamos los impuestos para que con este dinero paguen a los empleados y se hagan obras, debemos ser tratados con respeto y alguna consideración. No se entiende que la factura de predial bimestral que financiamos quienes no tenemos la capacidad de cancelarla toda al principio del año, que siempre llegaba a nuestros domicilios, el bimestre anterior nos quedamos esperándola, no apareció. De oídas, como se dice en el lenguaje coloquial, llegó la noticia finalizando el mes informando que había que ir a reclamarlas para cancelar.
Al indagar las razones, hubo varias respuestas. “Que se presentó un problema”, ¿Cuál?, vaya a saberse. Otra versión, sin confirmar, “que ya no se entregarán más facturas a domicilio porque resulta muy costoso”. No sabemos si es cierto o no. El pueblo es a veces muy folclórico y para todo hay una razón, aunque esta no sea cierta. Si resultare cierta tiene cara de chiste, pero un chiste que no produce risa. Si algo le produce ingresos netos al Municipio y a todos es el impuesto predial, unos miles de millones sin invertir, sin arriesgar y con todas las de ganar.
Si fuese cierta la versión de costos por entregar unas facturas, se trata de un acto de tacañería que no se justifica. Costos para muchas personas sencillas que aunque parece de no creer carecen de un pasaje para movilizarse. Es cierto que Manizales es muy agradable para vivir, pero no para todos sus habitantes. Hay sectores muy pobres y deprimidos y pobreza muy maquillada, porque a nadie le gusta que le digan pobre. Esperamos que se imponga la sensatez y la cordura y la comodidad y las facturas sigan llegando a nuestros lugares de residencia.
Elceario de Jesús Arias Aristizábal
Carta abierta a caldenses y manizaleños
Señor director:
Sin duda, nuestro país atraviesa uno de los momentos más oscuros de su historia reciente. El riesgo que enfrenta nuestra democracia es real y palpable. Estas líneas no buscan profundizar en ese diagnóstico, sino invitar, de manera respetuosa, directa y serena, a una reflexión constructiva.
Me enorgullece el camino que he recorrido en el servicio público, un trayecto que he podido hacer gracias a las oportunidades que me ha brindado la sociedad de la cual hago parte. Desde mediados del 2024 he venido explorando, con calma y sin afán, la posibilidad de participar en política partidista y electoral, un ámbito en el que nunca antes había incursionado. Ese interés nació tras una invitación hecha por un dirigente político reconocido de la región. En consecuencia, decidí visibilizarme compartiendo planteamientos y opiniones en redes sociales, que creo han sido muy bien acogidos por un amplio sector de la ciudadanía.
He llegado a la conclusión de que una de las causas profundas de la situación que hoy compromete el futuro del país es el silencio de las personas buenas: ciudadanos decentes, trabajadores, con principios y valores orientados al bien común que por diferentes causas son indiferentes al problema.
Como sociedad caímos en la trampa diseñada por actores de mala fe, quienes, obedeciendo a intereses oscuros y agendas corruptas, lograron igualar -de manera perversa- los conceptos de política y politiquería. La primera, la política, es inherente al ser humano y sirve como instrumento para construir sociedad. La segunda, la politiquería, es la degradación de la primera, basada en la lógica del “fin justifica los medios” y la priorización de intereses personales sobre el bien común.
La confusión estructurada nos llevó a abandonar nuestras responsabilidades frente a lo público y frente al Estado, que es de todos y a todos nos debe doler. Nos alejamos por miedo, comodidad, pereza o simple fastidio. Y así, sin notarlo, dejamos el camino libre para que la politiquería se apropiara de los recursos públicos. Mientras tanto, una sociedad decente (la nuestra) se acostumbró a criticar desde la barrera, aportando poco a la solución.
A ello se suma que los egos, y aquí me incluyo, han dificultado la construcción de agendas colectivas. Aun así, es justo reconocer el papel que la institucionalidad ha desempeñado en estos tiempos turbulentos, ha sido un muro de contención. En particular, el Congreso de la República, pese a su desprestigio, frenó desde la oposición muchas iniciativas que amenazaban las bases del Estado. Reconocerlo es fundamental para entender la importancia de asumir con responsabilidad nuestras obligaciones ciudadanas.
En este contexto, decidí examinar con seriedad la posibilidad de dar un paso al frente, presentándome en la próxima contienda electoral. Lo hago por convicción, buscando tranquilidad en mi conciencia, entendiendo la urgencia del momento y confiando -sin pretensión alguna- en que mi experiencia, mi trayectoria y mi reputación pueden aportar a la causa común. Es una apuesta difícil, incluso utópica, especialmente cuando los apoyos concretos no siempre llegan con la claridad que uno esperaría.
Es importante informar, que por decisión “democrática” del Comité Departamental del Centro Democrático no fui incluido en la lista preliminar a la Cámara de Representantes. Aun así, sigo teniendo el interés, sereno y sin angustias, de poner mi nombre a consideración de la ciudadanía si se abren espacios para hacerlo.
Confieso que me duele ver cómo, en muchos casos, a la sociedad civil y a quienes la representan, les falta coherencia entre el discurso y la acción. Esa falta de firmeza los convierte en observadores pasivos cuando el momento exige determinación y acción. Lo he dicho en varios escenarios, no es hora de dedicarnos a la “G” del PyG (pérdidas y ganancias), hoy está en juego la “P” de patrimonio.
Necesitamos actuar, comprometernos de verdad y asumir nuestra corresponsabilidad. Involucrarnos sin miedo en lo público. Enfrentar los riesgos y trabajar colectivamente para proteger el país de las mafias y los intereses que nos amenazan. Estoy convencido de que si lo hacemos podremos reconstruir nuestro país y ofrecer un futuro digno y prometedor a las próximas generaciones. Los invito, con respeto y sin arrogancia, a dar el paso.
¡VAMOS DE FRENTE!
Bruno Seidel Arango