El 8 de noviembre de 2019 publiqué en este mismo espacio el artículo “Un ejemplo admirable”, en el que compartí una inspiradora historia de un estudiante de grado once de un colegio público de la ciudad, en la jornada de la tarde para poder dedicar la mañana, desde muy temprano, a comercializar aguacates. Contaba que hacia las cuatro o cinco de la mañana el joven se dirigía a la Galería a comprar el producto por guacales y se dedicaba a venderlos al detal por la carrera 23, por la conocida y transitada zona del Palacio Arzobispal.

Finalizando la mañana, se dirigía a su casa para asearse, alistar su morral escolar y atender después de las 12:30 p.m. sus compromisos académicos. Producto de la pobreza, es normal que se susciten en casa dificultades de todo tipo que afectan la convivencia. El caso de este joven no fue la excepción y cierto día, en defensa de su madre, se enfrentó a su padre causándose mutuamente agresiones físicas y verbales, hecho que llevó al papá a exigirle a su esposa que si el hijo no abandonaba la casa entonces se iría él.

El amor de madre, definitivamente, es superior al amor de mujer. Por eso la señora decidió acoger en su hogar a su hijo, a pesar del alto precio de perder a su esposo, a quien amaba. En un gesto infinito de nobleza hacia sus padres, le dijo a su mamá: “No, madre, usted debe estar al lado de mi papá, y mi papá al lado suyo. El que se va soy yo”. Se fue a una pieza que alquiló en una casa de familia, y que pagaba con el producido de la venta de aguacates. Periódicamente le llevaba dinero a su mamá y hasta algo alcanzaba para su papá. Así terminó su bachillerato y se graduó, no solo alcanzando excelentes resultados académicos y un buen puntaje en las pruebas Saber 11, sino también su ingreso a la Universidad Nacional a un programa de ingeniería. Hasta allí supimos de él.

La semana pasada se presentó a la institución educativa que marcó los inicios del joven, una comisión de ingenieros de una universidad prestigiosa del país, con el propósito de realizar una inspección para ubicar un aula STEAM. Para sorpresa de todos, uno de los profesionales del equipo era el joven de la historia de los aguacates, convertido en un profesional ejemplar. En tan corto tiempo, había vencido la pobreza y estaba viviendo en un hogar feliz, al lado de sus padres, quienes ya disfrutan de su consentimiento y consideración.

Ojalá que esta historia, real en cada palabra, anime la voluntad de muchos jóvenes que hoy egresan de sus colegios y se enfrentan a las incertidumbres de la vida. Convertir los desafíos en oportunidades es posible. La cosecha de aguacates fue solo el pretexto, y lo que realmente consolidó este gran triunfo de vida fue la convicción, la disciplina, la humildad, el trabajo y la gratitud. Estas condiciones fueron suficientes para vencer la pobreza y no permitir que acabara con las ilusiones de toda una vida, incluso hasta con su propia familia.

A todos los que se gradúan por estos días, mis mejores augurios. Así como al protagonista de esta historia, deseo que a ustedes también una “gran cosecha de aguacates” les permita salvar sus vidas.