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La precisión quirúrgica con la que se ha adelantado el ataque a miembros de Hezbolá, la organización calificada como terrorista por la Unión Europea y Estados Unidos, invita a pensar en si efectivamente estamos ante una nueva era de la guerra, como lo anunció Israel el pasado jueves, sin confirmar aún que sea el autor de estos atentados, aunque el mundo entero esté señalándolo directamente. Además de las preguntas que se abren por cómo se logró que bípers y walkie- talkies explotaran, ahora se teme es una escalada de la guerra en Oriente próximo. Algo que las grandes potencias han dicho no querer.
El próximo 7 de octubre se cumplirá el primer año del atentado terrorista que cometió Hamás contra Israel, que dejó varios miles de muertes y que fue provocado con una violencia desproporcionada, al punto que hoy siguen sin establecerse cuántos de los secuestrados permanecen vivos y se alarga el tiempo sin que recuperen la libertad. Esa incursión contra población civil fue el origen de la posterior invasión cometida por las tropas israelíes contra los habitantes de la franja de Gaza, también perpetrada con fuerza desmedida, y que ha dejado hasta ahora por lo menos 40 mil muertos, según cálculos de organizaciones independientes.
Es una lástima que no se hayan encontrado salidas razonables a lo que sucede en estos territorios y que no se piense en proteger la vida de sus habitantes, que las intentonas por lograr treguas o armisticios hayan sido todas fallidas hasta ahora, excepto una, que permitió la liberación de dos grupos de secuestrados. También la escalada violenta en estos territorios aleja las posibilidades de que se pueda vivir en paz allí con la creación de dos estados, como ha insistido la comunidad internacional que se haga, la ONU incluida.
El problema es que las noticias son cada vez menos optimistas en este sentido y golpes como el ocurrido esta semana en Líbano demuestran que las posibilidades de una paz estable se alejan cada día. Esto sin contar que Irán, promotor de varios de estos grupos terroristas en la región, está atento para ejecutar su odio contra el pueblo de Israel, a través de los territorios vecinos y brindando armas de todo tipo, lo que alimenta el conflicto.
Reaccionó pronto en un discurso televisado el líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, quien advirtió que la represalia llegará e instó a Israel a que se atreva a invadir otra vez el sur de Líbano, como sucedió a finales del siglo pasado. También señaló que el ataque que recibió la milicia chií, que lidera, es un atentado contra la población civil, que también resultó afectada por este operativo de alta tecnología.

Para todos los efectos, estos atentados se suman a la violencia que han tenido que recibir al otro lado de Israel, en Gaza, los miles de habitantes de sus ciudades, por la violencia prácticamente indiscriminada que se desató desde Tel Aviv, que alega su derecho a defenderse, pero que hace rato dejó de ser esto, para ser una ocupación con una violencia exagerada. En la guerra todos somos perdedores, al menos, como humanidad y desde una perspectiva ética. Por eso, insistimos en la paz.