Fecha Publicación - Hora

El fútbol sigue siendo el deporte más popular en el país, eso es inocultable. Es el deporte que cautiva a millones de aficionados todos los días, bien sea como espectadores o como practicantes. Por eso, los torneos profesionales que se realizan en el mundo deberían ser ejemplo en todos los aspectos: desarrollo técnico, difusión, comercialización y juzgamiento. No es un buen mensaje para la sociedad colombiana que cada ocho días haya un escándalo por los múltiples cuestionamientos a los árbitros en el país, con o sin razón.

Sin embargo, a la hora de revisar lo que hace la Comisión Nacional Arbitral, ente adjunto a la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), parece una rueda suelta en la estructura futbolera. Lo dice el informe periodístico publicado el pasado miércoles por LA PATRIA, en el que varias fuentes consultadas denuncian una serie de irregularidades y cuestionamientos que ponen en evidencia que algo no anda bien allí, aún tratándose de máximas instancias del fútbol que deberían estar impolutas frente a cualquier asomo de dudas sobre el papel que deberían estar cumpliendo a cabalidad.

Porque no suena lógico que, como lo muestra la estadística, los árbitros de dos colegios sean los que les piten el 50% de los partidos a los últimos cuatro campeones de la Liga: Millonarios, Atlético Junior, Atlético Bucaramanga y Atlético Nacional. Y peor aún, que sean árbitros de dichos colegios los que piten más partidos que los que poseen las escarapelas FIFA, cuando estos deberían liderar dichas estadísticas. ¿En dónde está entonces el control técnico de la Comisión Arbitral? ¿Por qué las sanciones para los mismos jueces no se miden con igual rasero?, o es que hay otros intereses de por medio.

Los aficionados, los dirigentes, los entrenadores y las empresas que patrocinan el sector merecen una respuesta y claridad en el ejercicio, más aún cuando estamos hablando de quienes deben ser ejemplo de justicia y transparencia; es decir, los árbitros de los partidos de fútbol que no solamente asumen la máxima responsabilidad deportiva, sino que deben ser los precursores de la ética en la cancha y fuera de ella. Que estén actuando bajo otros parámetros no tiene sentido su existencia. El fútbol ya emplea mecanismos como el VAR (Video Assistant Referee, -Árbitro Asistente de Video-) para ayudar en la toma de decisiones sobre situaciones controvertidas, basados única y exclusivamente en lo que las cámaras detectan en la cancha. Sería muy triste tener que llegar a automatizar por completo el proceso arbitral por falta de garantías de sus protagonistas.

Está en mora la FCF de intervenir y para bien. No se puede estar germinando una tragedia en nuestro fútbol, como sucedió en 1989 cuando fue asesinado el árbitro Álvaro Ortega. Lo que sucede con los árbitros, más las denuncias por las apuestas clandestinas con las que, al parecer, han sobornado jugadores, merecen la intervención oportuna hasta de las autoridades y organismos de seguridad. El fútbol, como deporte y como empresa, debe ser un estímulo, y no le queda bien a la dirigencia de la Federación Colombiana de Fútbol hacerse la de los oídos sordos con este tema que cada ocho días deja reproches por todos los lados y pone en evidencia que algo anda mal desde la Comisión Nacional Arbitral. Se esperan respuestas.