El Congreso de la República ha sido habilidoso para hundir todos los intentos por cambiar el caduco sistema político colombiano; convertirlo en uno que garantice derechos, genere confianza, se enfoque en proteger la democracia y acabe con los vicios y artimañas de los politiqueros para conseguir votos. Sin embargo, no ha dudado para aprobar los cinco debates que lleva una iniciativa que permitirá el transfuguismo político, y todo apunta a que hay mayorías para darle el sí en los tres debates que le hacen falta para ser reforma constitucional. Congresistas, concejales y diputados podrán cambiarse de partido político, así sea cada cuatro años, sin que tengan que renunciar a su curul.
Hoy se permite renunciar a los partidos un año y siete meses antes de las inscripciones para una elección, y lo que se está planteando es poder hacerlo solo un mes antes para poder participar sin tener que abandonar la curul. Esto para quienes no se sientan cómodos en las colectividades. Cuáles van a ser las justificaciones para autorizar a un político que fue elegido por un partido y unos votantes, para que sin ningún problema cuando se acerque una elección se cambie a otro partido por el solo hecho de que no se siente ya identificado, no está a gusto, tuvo problemas con los líderes o con sus “copartidarios”, entre otras razones. Qué va a pasar y cómo se preservarán entonces los idearios, los principios y las responsabilidades políticas.
En marzo del 2023, un año después de la elección del actual Congreso, había en Colombia 31 organizaciones políticas con personería otorgada por el Consejo Nacional Electoral. Hoy algunas perdieron ese reconocimiento y otras lo ganaron por decisión de esta autoridad, que no alcanza a tener la fuerza suficiente para hacer control de partidos debido en parte a que los magistrados son elegidos por los propios congresistas; igual, siguen siendo 31 organizaciones en competencia y pueden surgir más. La Misión de Observación Electoral (MOE) teme que de aprobarse dicho acto legislativo ponga en riesgo y desbarate el sistema político.
Poder pasar de un partido a otro sin ninguna vigilancia, ni reparo mina la confianza del elector, lo aleja de las urnas y de los partidos; todo lo contrario a lo que debería buscar un sistema político: mayor participación ciudadana. Como lo han advertido analistas políticos, de permitirse el transfuguismo se promueve la feria de avales, una riesgosa práctica electoral que facilita el clientelismo y la corrupción. Otro efecto es que acaba con el concepto de colectividad que debe preservar toda organización política y promueve el individualismo sobre las curules, que no es más que la privatización de la política como define la MOE.
Otro riesgo de aprobarse esta reforma como está es que entra a regir muy cerca a las elecciones del 2026 para Congreso y presidente de la República, y todos los elegidos hoy por voto popular tendrán la opción de cambiarse de partido, que podría ser bastante útil electoralmente para los partidos de Gobierno, autores del proyecto. Se espera que esta iniciativa tenga la suficiente discusión y análisis en los dos debates que le faltan en Cámara de Representantes y uno en el Senado, y que los congresistas no terminen aprobándola a pupitrazo para beneficiarse en causa propia.