Colombia conmemora el Día de los Derechos Humanos el 9 de septiembre como homenaje a San Pedro Claver, el hombre anticipado a su época que se entregó a ayudar a las personas esclavizadas en la Cartagena de Indias del siglo XVII. Lo que hacía diferente a este fraile jesuita era su mirada humana, esa capacidad de reconocerse al otro como un igual. La comprensión sobre los derechos humanos ha evolucionado con el tiempo, en esa época no se tenían en consideración, pero 100 años después llegó el reconocimiento de los derechos civiles y políticos, eso que a Colombia trajo Antonio Nariño como Derechos del Hombre y del Ciudadano.
De esa primera generación de Derechos en el Siglo XVIII se pasó a una segunda en el XIX, como lo son los derechos económicos, sociales e incluso culturales, tales como el derecho al trabajo y a la educación, mientras que en el siglo XX se tienen en cuenta los derechos de tercera generación, sobre todo después de las grandes guerras y de la buena salud del New Deal, como lo que conocemos con el nombre de derechos colectivos, entre ellos al medioambiente o a la paz. Ahora de manera específica llegan los derechos de cuarta generación, en los que empieza a considerarse el acceso a la tecnología o la protección de datos personales en entornos digitales, entre otros.
Evolucionan los reconocimientos de derechos, pero la situación en Colombia sigue siendo compleja en materia de protección. Así lo ha dicho la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que atribuye buena parte de los problemas a la violencia territorial y al conflicto armado. En su más reciente informe sobre el país, recomienda implementar sin más largas el Acuerdo de Paz con las Farc, y la necesidad de respetar la seguridad humana y el espacio público. Esto último sí que resulta importante en un país como el nuestro, para que las organizaciones cívicas, para que los ciudadanos de a pie, para que los defensores de derechos humanos y periodistas puedan ejercer su labor, reunirse, expresar su voz sin los miedos que produce que este país silencie con violencia a quienes considera diferentes.
Estos informes llaman la atención del Estado sobre la preponderancia que tienen sus actuaciones para lograr resultados. No obstante, aprovechamos esta oportunidad para advertir que es aun más relevante que hagamos del reconocimiento de los derechos humanos un actuar permanente en nuestras vidas, que procuremos encontrar esos mínimos que como sociedad necesitamos para seguir adelante. Porque somos a veces muy buenos para criticar que el Estado no respete esos mínimos, pero resulta clave preguntarnos qué tanto nosotros sí los respetamos. Cómo nos dirigimos a personas vulnerables, qué hacemos para crear iguales oportunidades para todas las personas, por qué mantenemos palabras o expresiones estigmatizantes en nuestro léxico y las pronunciamos con tanta facilidad. Crear una cultura de respeto por los derechos humanos es mejorar como sociedad, es crecer en civismo y es pensar en el bien común en una sociedad donde no haya discriminaciones de ningún tipo, ese es el primer paso para reducir las violencias que nos agobian.