Reducir los cultivos de coca debe ser un imperativo y creer que estos solo dañan a norteamericanos y europeos es de doble moral, porque desde hace rato somos un país también consumidor.
El nuevo desafío en las relaciones entre Colombia y Estados Unidos, marcado por la descertificación, exige reflexión y acción. Colombia enfrenta el reto de luchar contra el narcotráfico siendo un país de ingresos medios bajos, y la cooperación internacional es esencial para poder enfrentar las multimillonarias estructuras armadas ilegales, que ponen al Estado contra las cuerdas una y otra vez. Hay que tener un rapto de sinceridad y comprender que solos sería imposible lograr resultados. La ayuda del Gobierno norteamericano es por su seguridad, pero claramente también por la nuestra. Decir lo contrario es cínico.
Ante esta realidad, es crucial que cualquier crítica o propuesta se exprese por vías diplomáticas, aunque a veces parece mucho pedir al presidente de los colombianos. Las desafortunadas declaraciones del mandatario al reaccionar a la decisión de los Estados Unidos pueden agravar las condiciones en las que se dio la descertificación, que entre lo mal que está al ponernos en niveles de estados parias para ellos, al menos reconoció la tarea de los gobiernos locales y el esfuerzo de la Policía y las Fuerzas Militares. Por eso, no negó expresamente el envío de recursos, que sería el peor de los escenarios.
Es fundamental que Colombia corrija el rumbo en la relación con Estados Unidos, y que se busquen soluciones conjuntas y diplomáticas. Ya la Embajada venía trabajando en ello, pueda ser que se continúe. No es momento de tomar decisiones en caliente como anuncios destemplados que no vienen al caso. Es evidente que el alto consumo de drogas en los Estados Unidos influye en la situación en Colombia, y corresponde a ambos países, junto con la comunidad internacional, encontrar un nuevo modelo que priorice la prevención, la educación y el desarrollo, pero tiene que ser una toma de decisión colectiva, de nada sirve que lo hagan solo las naciones productoras o solo las consumidoras. Se requiere un enfoque multilateral y un cambio en el modelo de lucha contra las drogas, que priorice la prevención, la educación y el desarrollo.
En este contexto, es fundamental que Colombia y Estados Unidos revisen su relación y busquen seguir con el trabajo conjunto. Así lo entiende el Gobierno del gigante norteamericano, que a pesar de la descertificación, mantiene apoyos en diferentes frentes, por lo que se ha leído este anuncio más como una descalificación al Ejecutivo colombiano. Que el 42 por ciento de los recursos que se destinan a la lucha contra las drogas en Colombia provengan de ese país (unos 450 millones de dólares), muestra nuestra dependencia. Pero que no se frenen los recursos, no puede hacer que Colombia tome a la ligera la advertencia. El Gobierno debe asumirla con toda la seriedad que reviste. Reducir los cultivos de coca debe ser un imperativo y creer que estos solo dañan a norteamericanos y europeos es de doble moral, porque desde hace rato somos un país también consumidor.
Una falta de apoyo en la lucha contra las drogas puede escalar a otros escenarios que complique nuestras relaciones con el principal socio comercial. Recordemos que Colombia ya vivió una situación similar durante el Gobierno de Ernesto Samper. Es posible que esta decisión abra la puerta para que la Administración estadounidense reconsidere el tema. Colombia debe estar presta al diálogo y la cooperación en la búsqueda de soluciones efectivas y humanas en la lucha contra el narcotráfico. No podemos solo hacernos los de la vista gorda.