Estamos a menos de seis meses de las elecciones al Congreso de la República y la preocupación por la explosión de candidatos a la Presidencia que ronda el centenar, ha ocultado el debate en torno a la conformación de listas en los diferentes partidos o sobre las consultas interpartidistas. El problema es que si la tendencia de la explosión de candidatos presidenciales se traslada al legislativo va a reinar la confusión en las candidaturas a Senado y Cámara, lo que plantea dificultades para los electores.
El asunto se complica en la medida en la que el Consejo Nacional Electoral y el Consejo de Estado siguen resolviendo situaciones sobre los partidos políticos, mientras cada una de las organizaciones políticas va definiendo las formas en las que llenará sus listas. Esperemos que en esta oportunidad, los partidos que se dicen serios incluyan número suficiente de mujeres con vocación de alcanzar una curul y no simplemente para cumplir con la norma de Ley de Cuotas, como sucedió con la mayoría cuatro años atrás.
No solo de Presidencia vive un país, menos uno que durante décadas fue cuestionado principalmente por la izquierda por ser un régimen marcadamente presidencialistas, pero a la sazón, una vez esta ideología alcanzó el poder, ha acusado al Congreso de no dejarla desarrollar su proyecto político en cabeza de Gustavo Petro. Colombia sí es muy presidencialista, pero eso no implica que se pueda desconocer la representación de las dos cámaras, tan criticadas, pero tan necesarias para equilibrar el poder en las democracias.
Eso sí, sería maravilloso contar con un Congreso más profesional, con posturas más sólidas en lo ideológico y en lo técnico, que defienda principios de partido, pero no rasgos personales convertidos en ideologías, que es en buena parte el mal de las democracias en nuestros tiempos. Por ello, desde ya invitamos a los electores a enterarse muy bien de las personas que integrarán las listas, de la manera en que fueron seleccionadas para esos cargos, del dinero que invierten en las campañas, de a quiénes apoyan en las presidenciales y de las promesas que hacen, que sabemos, deben ser muy limitadas, pues limitadas son las funciones de quienes llegan a Senado y Cámara de Representantes.
Seis meses parecen mucho tiempo, pero no tanto, cuando, por ejemplo, Caldas se ve amenazado de perder representación senatorial, lo que demuestra cómo la circunscripción nacional no solo ha encarecido la campaña política, sino que ha desbalanceado la representación política de muchos departamentos, mientras que otros se ven fortalecidos. A esto se le suma el agravante de que, para recaudar votos, los senadores se dicen nacionales, pero para conseguir recursos. En esto, claramente favorecen a sus regiones, porque es una herencia de los tiempos de los auxilios parlamentarios, que no se ha podido superar, a pesar de las muchas reformas en este sentido.
Insistimos en que este país tiene que superar la ineficiencia del actual Gobierno, pero también es claro que si quiere dar un paso a la modernidad no basta con volver a lo que tenía antes. Necesitamos gobiernos y congresos que sean capaces de tomar decisiones que permitan impulsar el crecimiento económico y, al tiempo, propiciar una mejor distribución de la riqueza, que el país tiene, pero que no ha sabido aprovecharla en función de crear mejores condiciones de bienestar para los nacionales. Y ahí tiene pendiente el Congreso una tarea.