La forma en que se tratan abiertamente los presidentes Donald Trump, de Estados Unidos, y Gustavo Petro, de Colombia, son todo lo contrario de lo que se exige a líderes y a las maneras diplomáticas. El domingo pasado empezó una confrontación verbal que fue escalando hasta decirse cosas tan destempladas como la del mandatario norteamericano contra el colombiano de señalarlo de jefe de mafias, lo que es un exabrupto y una falta de respeto para quien gobierna otro país. A su turno, Petro la emprendió contra Trump con otra andanada y lo amenazó con llevarlo a tribunales internacionales por los ataques a embarcaciones procedentes de Colombia y Venezuela en aguas internacionales.
El presidente Petro le concedió una entrevista al periodista Daniel Coronel, para la cadena latina de los Estados Unidos Univisión, en la que el mandatario hizo alarde de su verbo fácil y de hablar de lo divino y lo humano, sin conexiones lógicas. Además de las respuestas sin ton ni son, la comunicación verbal del presidente deja mucho que desear. Queda claro que solo se escucha a sí mismo y que los temas realmente importantes aún no se resuelven en su agenda. Luego vino una reacción exagerada por la absolución que se dio el martes en el Tribunal Superior de Cundinamarca del expresidente Álvaro Uribe.
Este capítulo promete prolongarse. El precandidato presidencial de la izquierda, que justamente hoy se bate en duelo electoral en la consulta interna, Iván Cepeda, anunció que intentará agotar el recurso extraordinario de casación. Ya veremos si hay tela para tanto. Petro, por su parte, salió a convocar marchas, mientras su ministro de Justicia anunciaba un proyecto de ley para una Asamblea Nacional Constituyente, una obsesión de este Gobierno y que hace pensar en el temido fantasma de la reelección, al tiempo se ve más como otra cortina de humo que se cuelga cada que se le embolatan las prioridades a la Administración Petro.
Sin embargo, el viernes a mediodía se supo que Eduardo Montealegre sale de su cargo, sin que se tuvieran mayores explicaciones, y esto es curioso, porque se trata del cerebro detrás de la idea de modificar la Constitución. Casi al tiempo que se conocía de la salida del ministro, el Tesoro de los Estados Unidos incluyó a Petro en la temida Lista Clinton, lo que afectará a toda persona que quiera hacer negocios con él y con su círculo próximo.
Mientras el país ve expectante que se retire la ayuda económica para combatir el narcotráfico, algo que afectará a las dos naciones, y se teme un alza de aranceles, que hasta ahora solo se contiene por explicaciones como las que dio Marco Rubio, que los militares colombianos son pro Estados Unidos. Batir la bandera antiimperialista tampoco le viene bien al Gobierno. Es momento de buscar mecanismos para que esta situación no afecte a los nacionales. Sí que será necesario que Gustavo Petro, en su calidad de presidente, busque probar que su laxitud con los grupos criminales del país es asunto de convicción por la paz y no por algo más. Desde hace un siglo no había unas relaciones tan difíciles entre los dos países, esperemos que esto se solucione para el bien de todos.