Fecha Publicación - Hora

La diplomacia se creó para que se resolvieran las diferencias entre los estados de manera pacífica. A medida que la mayoría de las naciones fueron abandonando formas autocráticas y acogían la democracia como el mejor sistema para gobernarse, las embajadas y consulados se fueron consolidando como parte clave de las relaciones internacionales, al tiempo que podían atender a sus connacionales el territorio extranjero.
En Colombia, la tradición diplomática ha sido de larga data, no así la carrera para ejercer estas funciones, que cada tanto recibe palmos de narices, porque el presidente de turno usa la capacidad nominadora que tiene para no siempre designar en consulados, embajadas y como agregados a personas idóneas. Esta burocracia se ha usado como moneda de cambio, no en pocos gobiernos, y como forma de pago de favores o de acomodar a amigos. Sin embargo, desde hace tiempos hay una carrera diplomática para los cargos administrativos y desde diferentes escenarios se pide que esta se escale a los principales cargos del Ministerio de Relaciones Exteriores.
La reciente declaración en un Consejo de Ministros del presidente, Gustavo Petro, es un golpe durísimo a quienes creen que en lugar de relajar los requisitos para ocupar cargos diplomáticos sean más exigentes. Lo dijo tajante: “No debe haber requisitos para nombrar embajadores y embajadoras de Colombia”. Muy a su estilo de hombre fuerte, se imagina un Estado no gobernado por normas y por consensos, sino como él cree que le calza mejor a sus ideas. Esto, a pesar de que entre sus promesas de campaña de hace cuatro años sostenía que si llegaba a la Casa de Nariño fortalecería la carrera diplomática. Otra incoherencia más a su larga lista.
Por su puesto que a veces hay cierto credencialismo para ocupar cargos, tanto en el Gobierno, en la Academia y en otros espacios, que cierra las puertas a personas con suficientes capacidades y méritos para ocuparlos, pero primero deben demostrarlo, no puede ser que se desconozca esto. Cumplir una función diplomática no es nada fácil, pues se requiere además prudencia y un talante flemático para evitar que escalen situaciones que se pueden solucionar por la vía del diálogo. Justamente varias de las personas que Petro ha nombrado como embajadores lo han puesto en aprietos, porque han generado ruido con actuaciones personales o en representación del Estado.

El llamado de atención que hicieron siete ex ministros de Relaciones Exteriores para que se refuerce la carrera diplomática debe ser tenido en cuenta. Ellos saben, por experiencia, porque también nombraron personas por fuera de los requisitos, que no es lo más conveniente. Es una lástima que el mandatario insista en que todo se soluciona con decisiones que favorezcan el aspecto étnico o de origen humilde. Claro que hay que buscar diversidad y, por supuesto, que hay que premiar a quienes se esfuerzan, y al tiempo hay que procurar que sean también personas capacitadas para las funciones que deben cumplir. El cuerpo diplomático no puede ser un fortín político y menos, ideológico.