No puede ser así como el Gobierno esté construyendo su política de Paz Total, que no ha obtenido logro alguno en estos tres años producto de crasos errores como el del sábado en la capital antioqueña.
Antes de ser presidente de Colombia, en el 2021, Gustavo Petro, dijo como senador en una entrevista: “La paz no se habla con hampones. Eso fue lo que hizo Uribe, la paz no se construye con hampones porque entonces el gobierno es un hampón, que fue lo que hizo Uribe con los paramilitares”. Qué pasó cuatro años después con lo que parecían arraigados principios, porque ya como mandatario y sin ningún decoro Petro les dio voz y posó con hampones que purgan condenas en Itagüí, tal y como sucedió el sábado en Medellín, donde hizo un encuentro al que llevó en vehículos del Inpec a cabecillas de bandas criminales y de narcotráfico entre los que se encontraban los conocidos como Douglas, Carlos Pesebre, Lindolfo, Vallejo, Tom.
Aparecer en plaza pública rodeado de estos capos no es un buen mensaje el que el presidente le está enviando al país. No puede ser así como el Gobierno esté construyendo su política de Paz Total, que no ha obtenido logro alguno en estos tres años producto de crasos errores como el del sábado en la capital antioqueña. Tan mal se le juzga al presidente Gustavo Petro por querer establecer cualquier diálogo con estos delincuentes, que ni siquiera han reparado a sus víctimas y en muchos casos siguen cometiendo ilícitos desde las cárceles a través de familiares y de terceros; como en su momento se le criticó fuertemente al entonces presidente Álvaro Uribe, que en el 2009 le dio inmunidad a alias Karina, temida comandante de las Farc, nombrándola gestora de paz.
Es más lesivo para la democracia optar por este tipo de mecanismos, contraviniendo la institucionalidad, el querer ciudadano y llevando a considerar estos actos irrespetuosos y desafiantes con las autoridades locales y con la sociedad en general, pero especialmente con una ciudad como Medellín marcada por la violencia, de lo que no se ha podido desprender justamente por el actuar del narcotráfico. Llevar a un delincuente o grupo ilegal a instancias de diálogo con el Gobierno y más con el presidente deben ser privilegios que se den como parte de un proceso, no de buenas a primeras y por llenar plazas públicas a cualquier costo y bajo cualquier medio.
Si el presidente Petro quería dar un mensaje de cordialidad y de paz con Medellín por qué no invitó a este acto al gobernador de Antioquia, Andrés Julián Rendón, y al alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, que representan la institucionalidad, pero con los que no ha logrado establecer una buena relación siendo mandatarios todos. Dividiendo y polarizando definitivamente no son las formas como se logra conseguir un proceso de paz. No se les puede dar estatus político a narcotraficantes, porque como lo han dicho muchos políticos y analistas, puede terminar legitimando estructuras criminales. La exaltación de delincuentes no puede tenerse como si fuera la paz.
Toda la razón tienen quienes hoy se están sintiendo indignados por el proceder del presidente Petro, que debe revaluar sus políticas para no perpetuar más los modelos impuestos por el narcotráfico y que tanto daño le siguen haciendo al país. Como dijo Mauricio Cárdenas Santamaría, exministro de Hacienda y exdirector de Planeación Nacional: “El presidente, en vez de solidarizarse con el país, lo que hace es una provocación”.
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