A la vulnerabilidad que pueden experimentar los universitarios foráneos por estar lejos de sus entornos, de su familia, de sus amigos y en medio de presiones académicas, hay que sumarle que tienen que cargar con una cantidad de gastos para subsistir, muchas veces en medio de precarias condiciones. Ciudades como Manizales, con una fuerte vocación educativa y universitaria, debería contar ya con una o varias modalidades de servicios de manutención para estudiantes a precios más módicos y de buena calidad.
Debe llevar a revaluar las tarifas, testimonios de jóvenes cuyos padres vieron más conveniente y económico asumir una deuda para comprar vivienda, que seguir pagando arrendamiento, porque además hay que agregarle transporte, alimentación, elementos de aseo y servicios públicos; sin incluir gastos que se convierten casi en exigencia semanal para lo que tiene que ver con materiales de estudio, ni tampoco lo relacionado con la recreación y el ocio, que también necesita esta población.
Se podría pensar en los bancos de materiales, que los tienen muchas universidades del país, para que los estudiantes se surtan o los reutilicen cuando se puede; también en una regulación de precios para servicios universitarios, vigilados por las autoridades municipales, con topes que se hagan cumplir y con sanciones para quienes especulen. Desde las instituciones de educación superior, son las áreas de bienestar universitario las que tienen que estar más pendientes de los alumnos desde que ingresan a los semestres académicos; identificar a los que tienen mayores necesidades y con ellos desarrollar programas de alimentación a muy bajo costo y en otros servicios que pueden estar requiriendo y que les cuesta pagar.
El hecho de estudiar y trabajar para costear la formación profesional se volvió común, y eso está bien porque enseña y da experiencia, pero lo que no puede estar ocurriendo es que el trabajo esté agotando a los universitarios, muchas veces teniendo que duplicar turnos laborales para poder cubrir los gastos. Manizales, que tiene reconocimiento por sus universidades acreditadas y una imagen de ser ciudad atractiva y segura para los estudiantes, no puede bajar la guardia. Hay que concretarlo con acciones diferenciales frente a otras ciudades, que muestren que estudiar aquí vale la pena porque hay costos que se acomodan al nivel de vida de los universitarios, no los universitarios a los niveles de la ciudad.
Hoy comienzan semestre la mayoría de universidades. La encuesta que hace Manizales Campus Universitario encontró que para el primer semestre de este año, el 65% de los universitarios provenían de otros municipios de Caldas, y del total de estudiantes el 49,22% vivió en un lugar rentado, el 29,92% con un familiar o un conocido, el 20,5% en vivienda propia, y el 0,37% en residencias universitarias. Este último dato debería llamar más la atención de las instituciones, pues no todas cuentan con este beneficio y aunque muchos alcaldes tienen aquí casas universitarias de sus municipios, hay otros que no cuentan con ninguna ayuda. Son esos los estudiantes a los que se les cruza la carga económica con la académica, se frena su rendimiento y los hace más vulnerables.