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Por el momento está como ministra de Relaciones Exteriores encargada, Rosa Villavicencio. Mucho ayudaría que el presidente Petro nombrara titular lo más pronto, ante la renuncia el jueves de Laura Sarabia por desacuerdos con el presidente, que no fue posible superar, o más bien al desautorizarla con el contrato para elaborar los pasaportes desde septiembre. A la Cancillería debe llegar alguien con el profesionalismo y la preparación en temas internacionales, pero sobre todo con un excelente manejo de relaciones diplomáticas para seguir evitando que Colombia caiga en tensiones con otros países.
No se trata de ser débil frente a una potencia como Estados Unidos; lo que no se puede es perder de vista que es de los principales socios comerciales de Colombia (cerca del 30% de las exportaciones son a ese país) y cualquier crisis deja en riesgo no solo al país, también a muchos empresarios cuyos negocios dependen de estas alianzas. En seis meses es la segunda tensión suscitada por el presidente Petro con el Gobierno Trump. En enero fue contra las deportaciones de colombianos en EE. UU., con un acalorado mensaje por X a las 3:00 de la mañana, que le tocó a Sarabia y a políticos salir a apagar. El mes pasado, en Cali, fue a raíz de un supuesto golpe de estado en su contra y en el que presuntamente estarían involucrados políticos estadounidenses, como el secretario de Estado, Marco Rubio.
Esta semana comenzó con la divulgación que hizo la Cancillería de una carta que habría sido enviada por el presidente Petro, el 23 de junio, a su homólogo Trump pidiendo excusas por las declaraciones que hizo, supuestamente no tenían la intención de señalar a nadie ni de cuestionar el papel de Estados Unidos. Con la misiva, Petro trató de bajarle el tono a lo que en Washington estaba siendo interpretado como acusación directa para derrocarlo. Todo esto se hubiese evitado si el presidente Petro escuchara a quienes bien le pueden aconsejar y asesorar para que cada tanto no esté poniendo al país en dificultades por sus arrebatos.
Mientras que el presidente designa ministro o ministra de Relaciones Exteriores, debe ser el embajador de Colombia en Estados Unidos, Daniel García Peña, el polo a tierra del Gobierno, pero sobre todo quien le esté dando las claridades necesarias y la tranquilidad suficientes al Gobierno estadounidense para que no se afecte el relacionamiento, no solo comercial, también el visado y próximamente con la certificación del país en la lucha antidrogas, sobre lo que algunos sectores están temerosos de que se venga una descertificación, lo que echaría al traste con varios programas para este propósito.
Dejar deteriorar las relaciones con Estados Unidos significa poner en riesgo unos tres millones de empleos directos en Colombia que se benefician de las exportaciones a ese país en café, flores, banano, textiles, elementos de construcción, entre otros; por eso también el presidente Petro debería abrirse a escuchar a los empresarios, que son los que más conocen de este relacionamiento, y así trazar rutas para que en los 13 meses que faltan de Gobierno sean menos riesgosos. La diplomacia debe contar con altas dosis de prudencia, de responsabilidad y de respeto mutuo.