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Lo más importante en las relaciones binacionales son las vías diplomáticas, bien sea para mantener los vínculos o resolver conflictos. Sin embargo, el presidente Petro, con su acostumbrado carácter reactivo y explosivo, prácticamente sin consultar a asesores y expertos del Gobierno, se ha sumido varias veces en su cuenta de la red social X para exponer con ligereza desacuerdos internacionales. El resultado es llevar al país a graves aprietos.
Ya sucedió con Estados Unidos, y el más reciente Fue con Perú. El presidente escribió reclamando que el país vecino había copado indebidamente territorio del río Amazonas, haciendo relación a la isla Santa Rosa, sobre la que el Congreso peruano aprobó crear el distrito de Santa Rosa de Loreto. Con esta protesta manejada por X, Petro desató un conflicto fronterizo que se mantiene. Hay que decir que Colombia lleva años y varios gobiernos sin que oficialmente se asigne esta isla a uno de los dos países, como sí ocurrió en 1922 bajo un tratado fronterizo que designó, a través de una comisión mixta, qué islas del Amazonas pertenecían a cada país.
El centro de la discusión ha sido que la isla Santa Rosa no existía para la firma del tratado, surgió posteriormente por efecto de la lluvia y la sedimentación, como se forman otras islas que aparecen y desaparecen a lo largo del Amazonas, pero esta se fue pegando a la isla Chinerías, de Perú, que está muy cerca a Leticia en Colombia, y a la que Perú envió colonos y construyó infraestructura pública, aunque la comisión no se la ha asignado a nadie. El perjuicio para Colombia es que si esta isla se sigue acercando a Leticia, afectará la navegabilidad en esa parte del Amazonas.
Debe darse una revisión de esta frontera viva con Perú, pero bajo protocolos que incluyan un diálogo de alto nivel entre delegados conocedores de los temas internacionales y de frontera y con el ánimo de resolver pacíficamente la situación, no de acrecentar las diferencias. El presidente Petro no puede involucrar en esto sus discrepancias políticas e ideológicas con la presidenta de Perú, Dina Boluarte; se puede protestar por las acciones de otros países, pero siempre acudiendo a la diplomacia que tiene todo que ver con el buen juicio y la mesura. Existe también el protocolo de Río de Janeiro, firmado en 1934, para evitar que se den conflictos cuando existan diferencias.
En Colombia hay que agregar las consecuencias que puede traer la firma entre el Gobierno nacional y Venezuela de un memorando de entendimiento binacional para la integración económica durante cinco años, que incluiría inicialmente a Norte de Santander, y en Venezuela a Táchira y Zulia; que igualmente requerirá de una diplomacia firme y habilidosa para que las sanciones impuestas por otros países al régimen de Maduro no involucren y afecten a Colombia, ni se facilite el paso y los negocios ilícitos de las guerrillas y los violentos. Ambos casos deberían ser llevados, a nivel consultivo, a la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores integrada por senadores, representantes a la Cámara y expresidentes, que sería de gran ayuda para asesorar al presidente Petro en materia diplomática.