El asesinato del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, que estuvo durante dos meses y tres días luchando por su vida luego de haber sido víctima de un ataque sicarial, tiene que llevar al país a anteponer la vida sobre cualquier otro interés. No nos podemos seguir dando golpes de pecho cada que ocurre, cuando se podrían estar previniendo actos violentos como este si aprendiéramos como sociedad a escuchar, a respetar y a discutir en medio de las diferencias.
Colombia no puede seguir cargando más muertos por cuenta de la política, ni de los partidos, ni de las diferencias ideológicas. Esta muerte debe tomarse como un momento de necesaria reflexión social, porque cada colombiano, empezando por el presidente de la República, debe dar ejemplo de concordia, de fraternidad. Hay que mirar a fondo hacia dónde queremos conducir el país y por qué medios, y dejar de callar al otro porque piensa distinto.
Lo sucedido hace retornar a Colombia a una de sus peores épocas, cuando al finalizar la década de los 80 y comienzos de los años 90 fueron asesinados candidatos presidenciales y políticos de diversas vertientes por el violento actuar del narcotráfico y de otros sujetos con intereses nefastos, investigaciones que siguen sin arrojar claridad para el país, sin mostrar verdad. Se espera que lo mismo no ocurra con este caso y que las investigaciones de la Fiscalía establezcan pronto quiénes fueron los autores intelectuales y que respondan por sus actos.
Este magnicidio golpea de frente la democracia porque termina sembrando el miedo en todos los que aspiran a cargos de elección popular en los comicios del 2026 para Congreso y Presidencia, además entre los votantes que pueden quedar inmersos en atentados y ataques dirigidos a quienes hacen política en Colombia. Los ingentes esfuerzos de la ciencia y de la medicina no lograron superar el poder letal de las balas contra Miguel Uribe, que fue víctima de disparos mientras desarrollaba actividades proselitistas el 7 de junio en un parque del barrio Modelia de Bogotá, y si eso ocurrió a plena luz del día y en la capital del país, qué se puede esperar del resto de ciudades.
Se ratifica que no están dadas las garantías de seguridad para el ejercicio de la política, que los violentos siguen actuando a través de redes del delito y vinculando a menores de edad para evadir responsabilidades. El Gobierno nacional y las instituciones deben promover escenarios más seguros para todos, no escatimar en lo que debe hacer la Unidad Nacional de Protección (UNP) con los candidatos. Desde la campaña de Miguel Uribe se habían enviado 23 solicitudes a la UNP para ampliar el esquema de seguridad y no fue escuchado.
Si lo que se pretende es empezar a erradicar la violencia y la polarización, se requiere transformar de verdad los discursos de odio, los dañinos señalamientos que invalidan sin razón al otro y las amenazas sin argumentos que están dejando consecuencias. Reiteramos que la sociedad completa debe exigir llegar hasta los determinadores de la muerte de Miguel Uribe Turbay, y así haya varios detenidos e investigados no puede quedar en la impunidad como tantas otras en el país, porque fácilmente se puede caer en el peligroso punto de no retorno como ya lo ha vivido Colombia.
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