Un viejo aforismo suele repetirse durante las campañas políticas en los Estados Unidos: “No hay campañas derrotadas, sino empobrecidas”. Esto para hacer referencia a que en ese país, donde no existen topes electorales y donde la financiación de las campañas es completamente privada, buena parte del triunfo se basa en la cantidad de dinero que puedan recaudar para invertir durante el proceso electoral. Colombia poco a poco se parece más a eso, a pesar de que aquí se tienen topes electorales, un sistema mixto de financiación -público y privado- y unos tiempos fijos para la realización de la campaña y de la publicidad política.
La complejidad que se ha ido apoderando de las formas electorales ha llevado a dejar vacíos en normas que antes eran claras, a lo que se suma la dificultad para controlar nuevas plataformas para realizar publicidad política. Mientras los medios tradicionales no pueden aceptar, por ejemplo, publicidad electoral para presidenciales y Congreso de la República antes de los tres meses de la correspondiente elección, las plataformas digitales que no tienen una sede fija en el país reciben sin ningún problema recursos para la difusión de la publicidad, gasto que no queda registrado en ningún lado. El Consejo Nacional Electoral (CNE) debe tomar en cuenta esto, para evitar que, como ha pasado en las últimas elecciones, se tengan que investigar gastos excesivos en las campañas y la falta de soportes.
La Misión de Observación Electoral (MOE) ya mostró su preocupación por la falta de controles sobre los gastos electorales en los procesos de consultas de partidos, en los de recolección de firmas y en la elección de Consejos Municipales de Juventud, que se aprovechan para que candidatos deslicen por allí su imagen como si no fuera con ellos. Expresó la directora del organismo, Alejandra Barrios, que estamos en unas precampañas, algunas con evidentes gastos desbordados sin topes ni restricciones, ni rendición de cuentas sobre el origen de los recursos. En un país cruzado por economías ilegales es de gran preocupación.
Aquí preguntábamos hace unos años de dónde salían los recursos para que un candidato a Cámara de Representantes viajara en helicóptero por aquí y por allá y ahora tenemos de herencia el macroproceso de corrupción llamado las Marionetas, herencia del congresista Mario Castaño, que nunca tuvo empacho en demostrar que tenía mucho dinero para gastar. Es solo un ejemplo que se multiplica, en lugar de tener controles.
Lo que hace el ponerle tope al gasto de campañas políticas es equilibrar las cargas en el juego democrático, además porque no se puede olvidar que vía reposición de votos, el Estado compensa buena parte de esos gastos y otorga anticipos para que todos los candidatos tengan equilibrio en la difusión de sus ideas. Cómo confiar en un candidato que miente en sus gastos de campaña o aprovecha el vacío legal para hacerle una jugadita al sistema. La plataforma de acceso público Cuentas Claras debe ser habilitada por el CNE y se debe hacer respetar la ley de gastos que contempla que todo lo que se invierta en una campaña debe quedar registrado y se considera gasto. Sea pues el momento de fijar la lupa en los gastos de cada candidato y en cómo se financian. Como debe ser.