Fecha Publicación - Hora

En el umbral de una nueva campaña presidencial y de Congreso, Colombia enfrenta un desafío crucial: la necesidad de que esta se construya con base en un debate político centrado en respeto, propuestas y valores, algo que parece muy difícil alcanzar en tiempos en los que, a pesar de los supuestos compromisos para bajarle al tonito, se sigue haciendo uso de voraces señalamientos. La confrontación verbal entre candidatos ha reemplazado al diálogo de ideas, afectando la confianza de los ciudadanos. Es momento de recuperar la ética, de firmar un pacto de respeto que priorice las soluciones y el bienestar del país. Y más que firmar, que se asuma como parte del talante de los candidatos.
Para empezar a lograr resultados y darle vuelta de tuerca a las malas maneras democráticas, es imperativo que cualquier acuerdo político o alianza se realice de manera trasparente y respetando la Constitución. Mejor dicho, que se hagan, pero que sean por encima de la mesa, de cara a los electores y en ningún caso a escondidas. Los pactos deben sellarse y que sea claro que quienes deciden hacerlos lo hagan con compromiso por respetar las instituciones y los mecanismos democráticos.
Las instituciones colombianas han demostrado su fortaleza en medio de desafíos que ha puesto el actual Ejecutivo. Cortes, Registraduría y otras entidades han sostenido el estado de derecho con decisiones ceñidas a la Constitución y la ley, reflejando el valor de nuestra democracia. Los candidatos deben respetar y fortalecer estas instituciones, evitando caer en el riesgo de desmantelarlas. Es de esta manera como protegeremos nuestra identidad democrática y evitaremos caminos que nos lleven a la pérdida de libertades, como ha ocurrido en países vecinos, que algunos quieren imitar.
Resulta imperativo que la Registraduría Nacional blinde los próximos procesos electorales. Con un registrador oriundo de nuestra región, que ratificó esta semana en Caldas la necesidad de devolver la confianza a las instituciones. La protección del voto es clave para que los ciudadanos confíen en la legitimidad de los resultados y se desmientan los ataques infundados de instancias superiores, incluido el presidente de la República con su retórica amañada e incendiaria.
Sin embargo, desde aquí advertimos que el mayor deber para mantener una democracia saludable recae en los electores. Las formas democráticas no se pueden limitar al voto, tenemos que recordar que la nuestra es participativa. El voto programático exige informarse sobre las propuestas de cada candidato. Los votantes deben elegir con eficiencia y razón, no solo corazón. Ser ciudadanos activos implica saber qué es lo que proponen las personas por las que decidimos votar y tomar decisiones serias y lógicas en el ejercicio democrático.


Es hora de que Colombia rechace en las urnas los extremismos de cualquier bando, que tanto daño vienen haciendo. Los elementos de una campaña política deben estar fundamentados en la ética ciudadana para corregir errores del pasado y avanzar hacia la civilidad. Este compromiso con la diversidad y la ética es esencial para nuestro progreso y, por eso, aplaudimos las iniciativas que vienen creciendo para insistir a los electores en la necesidad de informarnos mejor para el naciente proceso electoral.