Sí, este es un escenario posible, uno de los peores para las elecciones presidenciales del año entrante. Pero posible.

Las ya permanentes encuestas siempre ubican a estos precandidatos en el lote puntero.

Pareciera una broma, pero no lo es, es una pesadilla que tiene riesgo de volverse una realidad, a menos que la cordura y la madurez hagan presencia, así sea un poco, en la política colombiana.

De verdad, me queda muy difícil entender por qué hoy el 13,6% de los encuestados, lo que la ubica de primera en las preferencias electorales, considera que Vicky Dávila podría conducir la Nación.

Hay respuestas que son lugares comunes: que la gente la conoce, que tiene la revista Semana a su disposición, y que un magnate, Gabriel Gilinski, le da todo su apoyo.

También hay que agregar que su discurso está situado en una derecha radical, lo que atrae a un sector de la población como reacción al Gobierno Petro; y que su histrionismo, el que siempre la ha acompañado como periodista, es atractivo.

Pero me sigo preguntando, ¿cómo es que Vicky Dávila piensa que puede ser presidenta?

Toda una vida dedicada al periodismo, cercana a los hechos del gobierno, la política y el poder, siempre con información privilegiada, tal vez le hizo creer que ella podría estar al frente de las situaciones que por tanto tiempo ha conocido.

Pero peca de ignorante, banal y codiciosa al pensar que puede ocupar el cargo con el que está soñando todos los días. No tiene las condiciones para la jefatura del Estado.

Gustavo Bolívar llega con una historia parecida y tiene un nada despreciable 10% en las encuestas. Exitoso libretista de series televisivas y libros que narran nuestros males nacionales: narcotráfico, violencia, corrupción. Cronista exitoso que por su reconocimiento fue escogido por Petro para hacer parte del Senado desde el 2018 hasta el 2023, y que luego de fracasar en su candidatura a la Alcaldía de Bogotá, es ahora director del Departamento de Prosperidad Social.

Como Dávila, Bolívar tiene información de qué ha pasado en el país en las últimas décadas, entonces también cree que él puede dirigir el lugar donde sucede lo que ha conocido.

Pero también lo acompañan los mismos pecados de Vicky. Además sería la continuidad de este calamitoso Gobierno.

El sueño de Vicky es aglutinar a la derecha, y el de Bolívar ser el escogido de Petro.

Y los dos tienen un sueño común: que la segunda vuelta sea entre la derecha e izquierda duras y recalcitrantes, miopes y sectarias, para en ese escenario ver quién se roba el centro político.

Entonces aparece el centro, del que nadie habla y casi todo el mundo minimiza, descalifica y le quita la identidad.

Los candidatos de los extremos están con las fauces abiertas listos por engullírselo, saben que allí está el triunfo. Pero ese centro, en las mismas encuestas suma el 30% de la intención de voto sumando a Fajardo, Claudia López y Juan Manuel Galán. Su potencial es enorme.

El centro es la tendencia política que puede traer la moderación y sensatez que el país requiere, y emprender las reformas sociales que erráticamente Petro quiere imponer y la derecha evitar.

También está en condiciones de tomarse la seguridad muy en serio para que el Estado recupere su primacía de autoridad.