En medio de la polarización política y el ruido electoral, Colombia necesita reencontrar un camino de sensatez y convergencia. No se trata de coincidir en ideologías, sino en propósitos esenciales para el desarrollo. Por eso resulta valioso el llamado que ha hecho el candidato Mauricio Cárdenas a construir un acuerdo nacional en torno a unos puntos fundamentales que hoy bloquean el progreso del país. Son temas que no admiten más dilaciones, porque de su resolución depende nuestra viabilidad económica, social y ambiental.
El primero es el de las consultas previas con comunidades potencialmente afectadas por grandes proyectos. Este mecanismo, concebido para proteger derechos y favorecer la participación, ha terminado convertido en un obstáculo infranqueable para obras estratégicas. En la práctica, procesos interminables, manipulados o sin reglas claras, han paralizado proyectos de vital importancia, como las líneas de transmisión que permitirían aprovechar los parques eólicos de La Guajira. Urge preservar el espíritu de la consulta, pero con procedimientos ágiles, tiempos definidos y criterios técnicos que eviten que el derecho a participar se transforme en un veto al desarrollo sostenible.
El segundo punto, igualmente sensible, es el de la sostenibilidad del sistema de salud. Cárdenas propone discutir con madurez qué beneficios pueden garantizarse universalmente y cuáles deben tener límites razonables. Con el avance de la medicina y la tecnología surgen tratamientos de altísimo costo, algunos aún experimentales, que desbordan las capacidades financieras del sistema. Países con sólidas políticas de bienestar -como Reino Unido, Canadá o España- han definido marcos de cobertura para evitar déficits estructurales. No hacerlo aquí podría llevarnos a la quiebra de un modelo que ha salvado millones de vidas. Decidir con base en la evidencia y la equidad, y no solo en la emotividad o la presión judicial, es una urgencia inaplazable.
El tercer tema es la Unidad Agrícola Familiar, una norma que, en su intento por proteger al pequeño campesino, ha terminado limitando la inversión agroindustrial. Colombia necesita reglas que promuevan tanto la seguridad jurídica del pequeño productor como la expansión de proyectos de gran escala que garanticen seguridad alimentaria y competitividad global. Sin confianza en la inversión, el campo seguirá siendo territorio de frustraciones y potencial desaprovechado.
A estos tres temas habría que sumar un cuarto: la exploración y producción de gas y petróleo. El actual congelamiento de nuevos contratos ha obligado al país a importar gas natural a precios mucho más altos, incrementando además la huella de carbono por los procesos de regasificación. Una política energética responsable debe combinar la transición hacia fuentes limpias con el aprovechamiento racional de nuestros recursos, asegurando el abastecimiento para las familias y la industria.
Estos puntos que Cárdenas nos plantea pueden ir formando una agenda nacional sobre la cual debamos buscar consensos. Habrá otros asuntos que seguramente saldrán a flote en la campaña política y que podrían complementar esta discusión. Pero este es un buen inicio: son temas espinosos que exigen que tomemos posición como país, con madurez y sentido de futuro.