En un año marcado por tensiones políticas, desconfianzas y sobresaltos sociales, conviene detenernos para mirar con serenidad aquello que también ha sido motivo de esperanza. No todo es oscuridad. Aún en medio de la niebla, hay luces que orientan, hechos concretos que nos recuerdan que este país mantiene una reserva de vitalidad y capacidad de avanzar. Mirar con gratitud estos signos no implica ignorar los problemas, sino reconocer que, incluso en tiempos inciertos, la historia se escribe también con buenas noticias que deben animarnos y renovar la confianza.
En el campo económico, Colombia logró arraigar el control de la inflación, que había golpeado con fuerza a los hogares más vulnerables. Aunque la tarea no está terminada y será necesario consolidarla hacia el 2027, esta tendencia a la baja permite respirar y recuperar equilibrio. El dólar mantuvo una estabilidad notable, con un precio por debajo de los picos históricos recientes, ayudando a contener costos y traer calma a los mercados. Al mismo tiempo, la reducción del desempleo, sostenida durante los últimos meses, ha sido una señal clara de la resiliencia empresarial y del espíritu trabajador de millones de colombianos que, con su esfuerzo cotidiano, sostienen buena parte del dinamismo del país.
En el ámbito social también hubo avances significativos. La educación volvió a ocupar el primer lugar en el presupuesto nacional, reafirmando que seguimos apostándole al futuro de largo plazo. Además, este año comenzaron a verse nuevas instalaciones en varias universidades estatales, ampliando oportunidades para miles de jóvenes que antes no contaban con espacios dignos para estudiar. Cada aula inaugurada, cada laboratorio que abre sus puertas es una semilla de equidad que dará fruto con el tiempo y que fortalece el tejido social desde sus cimientos más profundos.
La infraestructura pública -ese termómetro silencioso de la competitividad- ofreció también motivos de alegría. El metro de Bogotá avanzó en su cronograma, dando pasos concretos en un proyecto que transformará la movilidad de millones de personas. Al mismo tiempo, el Túnel del Toyo, que será el más largo de América Latina con casi diez mil metros, continúa consolidando hitos que acercan regiones, dinamizan la economía y proyectan al país hacia un futuro de mayor conectividad y competitividad.
En materia de turismo internacional Colombia experimentó un crecimiento entre el cinco y el seis por ciento, un dato que habla por sí mismo. El país sigue siendo un destino deseado por su diversidad, su cultura, su naturaleza y, sobre todo, por la calidez de su gente. Este aumento refleja esfuerzos por mejorar servicios, promocionar territorios y construir confianza en un mundo cada vez más exigente.
Finalmente, en el sector agropecuario recibimos una noticia extraordinaria: la producción cafetera alcanzó los quince millones de sacos, un hito histórico. Este logro refleja una política de Estado sostenida y el compromiso de miles de familias cafeteras.
En medio de los nubarrones, estas luces recuerdan que Colombia no se detiene y que podemos seguir creyendo en ella y nosotros.