En tiempos de nubarrones e incertidumbre en la economía nacional, el informe más reciente del DANE arroja una realidad sombría: mientras que la economía del país creció un modesto 0,6% en
2023, Caldas apenas logró un ínfimo 0,1% en el mismo periodo. Este dato, lamentablemente, ha pasado desapercibido en el debate público, pero su significado es crucial. Un estancamiento económico tan evidente no solo afecta a las empresas, que se ven obligadas a posponer inversiones y reducir contrataciones, sino que también desencadena una serie de eventos que impactan
negativamente en los hogares: menores ingresos, disminución del consumo, aumento de la deuda y una creciente sensación de desesperanza.
El crecimiento del PIB en 2023, si bien ofrece una visión general de la economía, no revela la verdadera magnitud del problema. En Caldas, sectores clave como la industria, el comercio, las
actividades profesionales y la minería experimentaron caídas significativas, mientras que el agro, la construcción y las actividades inmobiliarias crecieron por debajo del 1%. Por su parte, los mayores
incrementos se registraron en los servicios financieros, servicios públicos y la administración pública. Esta disparidad refleja una realidad desalentadora: aquellos que dependen de sectores en declive, como los obreros, mineros, campesinos, trabajadores de la construcción, comerciantes y profesionales, se ven seriamente afectados, mientras que otros, como los dueños de entidades financieras, empresas de servicios públicos y los funcionarios del gobierno, disfrutan de un crecimiento favorable.
Un factor determinante del crecimiento es la productividad (hacer más con menos), y en el caso de Caldas, nuestra productividad laboral es el 82% de la del país (lo que un colombiano promedio hace
en 4 días, nosotros lo hacemos en 5 días). Seguramente, los dueños de las grandes empresas intensivas en tecnología dirán que no es cierto, pero estamos hablando de la economía en su conjunto, lo que incluye tanto a la gran empresa, como a la mediana, la pequeña y la informal. Es en esta heterogeneidad donde la planeación económica debe apalancar y fortalecer lo que nos hace competitivos, pero también es necesario compensar en aquellas áreas donde no se dan estas capacidades. Se trata de intervenciones locales con impactos globales para no ampliar brechas.
El preocupante descenso en el empleo formal y el aumento del desempleo y la informalidad son consecuencias directas de este estancamiento económico, creando un círculo vicioso de bajo crecimiento y alta incertidumbre por el escenario político y económico. Esta situación, agravada por la persistente desigualdad, tiene repercusiones devastadoras para las empresas y trabajadores caldenses, quienes luchan por mantenerse a flote en un mar de incertidumbre.
Es imperativo que los gobiernos tomen medidas urgentes para enfrentar esta coyuntura. ¿Cuál es la estrategia definida en sus planes de desarrollo? Es crucial que los esfuerzos se centren en reactivar la economía, promoviendo la inversión privada y generando empleo de calidad. No podemos conformarnos con simples metas de asistencias técnicas, logística, documentos técnicos y
capacitaciones; es hora de impulsar proyectos con un verdadero impacto y valor público, que promuevan el progreso y la movilidad social de nuestra comunidad. En última instancia, como bien dice el refrán, “amor sin plata no prospera”. Si queremos un Caldas más próspero y feliz, debemos actuar con determinación y coordinación entre el sector público y privado, porque solo así lograremos romper con el estancamiento que nos acecha.