En medio de los escándalos a los que nos tiene acostumbrados el Gobierno de Gustavo Petro, y cuando tratábamos de digerir la nueva obligación de visa para el Reino Unido; la solicitud de indulto a Simón Trinidad; la designación de “Tornillo” como gestor de paz; la reducción del 37% en el presupuesto de educación; y la traición a los estudiantes que acuden al Icetex para financiar sus estudios; apareció el rey de reyes, Armando Benedetti, dejando claro que, mientras el sátrapa esté gobernando, su territorio es la Casa de Nariño y su poder es omnímodo.
Porque Benedetti llegó exhibiendo ante los medios su descaro y decidiendo dónde será su ubicación, en qué lugar será su oficina, cuándo empezará a ejercer, cuáles serán sus funciones y cuál será su cobertura. Y dejando claro ante el país y el mundo que es él quien determina hasta cuándo desangra al Estado en la FAO y desde cuándo funge como el real poder detrás (¿o, delante?) del trono.
Bastaron treinta días de desintoxicación y “rehabilitación” de sus múltiples vicios, para destapar el verdadero poder que tiene Benedetti, quien salió hace menos de un año amenazando al presidente y a su entorno, y degradando a todo el que se le atravesaba.
Le bastaron ocho meses de resurrección de una embajada a su medida (la que seguramente desaparecerá de inmediato) para regresar haciendo alarde de su desvergüenza y reafirmando que en este país, entre mayor sea el prontuario y la perversión, mayores también son los méritos para ejercer el poder. De ahí que las toldas petristas estén colmadas de terroristas, misóginos, violadores, abusadores, vándalos y delincuentes de toda laya, que ya ni se preocupan por disimular su condición, pues más méritos alcanzan mientras más depravados sean. ¡Y por eso reina el silencio en el petrismo!
Y, aunque son escasos los militantes decentes, muchos de ellos soterradamente tratan de desembarazarse de ese inri que significa la esvástica petrista. Muchos de ellos están cansados de cargar con los despropósitos de un presidente que posa de dictador y autoritario pero, en el fondo, ha quedado al descubierto que es un mísero rehén de otros más miserables y podridos que conocen sus debilidades y secretos, los explotan, lo acorralan, lo dominan y gobiernan en la sombra sin asumir ninguna responsabilidad. Un rehén que, por la calidad que ostenta, ha sometido a todo el país a la voluntad de quienes lo apresaron y nos expone a diario al escarnio del mundo. Un prisionero que, lastimosamente, ya no es solo un hombre: porque es Colombia entera la rehén de esta inmundicia.
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Excelente la unión y las realizaciones tangibles de los cuatro alcaldes del Área Metropolitana. El impulso regional concebido como un polo de desarrollo en áreas de influencia vecinal, solo nos trae beneficios y nos aporta al progreso mutuo. Bien hizo Luis Carlos Velásquez en empeñarse en sacar adelante esta unión. ¡Al César lo que es del César!