La victoria de Iván Cepeda es, sin lugar a dudas, la mejor noticia para el país. Y lo es, porque quedó claro que el evento del domingo, más que una consulta partidista, fue un termómetro del petrismo pagado con recursos públicos, que terminó convertido en un harakiri.
Porque todo estaba orientado a ungir a Cepeda, candidato de Petro y defensor acérrimo de las Farc, y promulgar que la esperanza petrista está puesta en un ser que seguramente es peor que el presidente actual; un ser que ha dedicado los infructuosos años de su vida pública solo a perseguir a Álvaro Uribe Vélez, acudiendo a la maldad y a todas las formas de lucha, y cuya fuente de financiación han sido los recursos estatales.
Porque Cepeda representa lo que su imagen refleja: mugre, desaseo personal y mental, trapisonda, felonía, maldad, traición, satanismo y degradación; es decir, un antilíder que sirve de paradigma a ese petrismo que pudre todos los escenarios y escoge a sus representantes por el grado de perversidad. Un individuo al que puedan idolatrar los zurdos que hoy, a pesar de que los hechos demuestran la debacle ocasionada por el presidente y el asco de ser gobernados por la escoria, insisten en que es lo que necesita Colombia. Un ser que lleva años apoyando descaradamente a las Farc y a los grupos terroristas, y auxiliándolos desde una curul que ha convertido en trinchera mezquina de guerra sucia, venganza, odio, resentimiento y auxilio guerrillero.
Y es precisamente por eso que su triunfo es la peor derrota para la izquierda y, en consecuencia, lo mejor para el país. Porque el solo riesgo de que Colombia quede en manos de semejante individuo, mueve a la oposición a replantear sus estrategias y a unirse en torno a un candidato que ofrezca gobernar bajo el imperio de la constitución y la ley. Porque si las elecciones presidenciales no se ganan en primera vuelta, la izquierda acudirá en segunda a su estrategia de ganar con votos, o con trampa, o con manipulación, o con violencia, o con todas las anteriores, pues sabe de las consecuencias jurídicas que traen cuatro años de delincuencia y corrupción.
Sí. Los resultados del domingo son una voz de alerta para la oposición. Y un llamado ensordecedor a la abstención para que reaccione y salga a votar. Ya Cepeda, cobarde, anunció que no dará la cara en debates, pues se sabe derrotado, y carente de las explicaciones que el país ha pedido desde hace tiempo. Piensan ganar en el escritorio: no en las urnas.
Con la unión de la oposición evitaremos un país incendiado, vandalizado, destruido y anarquizado. Evitaremos otra Venezuela. Por eso la derrota tiene que ser tan contundente que no les quede otra alternativa que entregar el poder.
***
EE. UU. tiene sus fuerzas apostadas en nuestras fronteras para evitar que Colombia siga sometido al poder del narcotráfico. No podemos desaprovechar esta oportunidad. ¡No estamos solos! ¡Cepeda es nuestro mejor enemigo! ¡Viva Colombia libre!