Carta abierta a caldenses y manizaleños
Señor director:
Sin duda, nuestro país atraviesa uno de los momentos más oscuros de su historia reciente. El riesgo que enfrenta nuestra democracia es real y palpable. Estas líneas no buscan profundizar en ese diagnóstico, sino invitar, de manera respetuosa, directa y serena, a una reflexión constructiva.
Me enorgullece el camino que he recorrido en el servicio público, un trayecto que he podido hacer gracias a las oportunidades que me ha brindado la sociedad de la cual hago parte. Desde mediados del 2024 he venido explorando, con calma y sin afán, la posibilidad de participar en política partidista y electoral, un ámbito en el que nunca antes había incursionado. Ese interés nació tras una invitación hecha por un dirigente político reconocido de la región. En consecuencia, decidí visibilizarme compartiendo planteamientos y opiniones en redes sociales, que creo han sido muy bien acogidos por un amplio sector de la ciudadanía.
He llegado a la conclusión de que una de las causas profundas de la situación que hoy compromete el futuro del país es el silencio de las personas buenas: ciudadanos decentes, trabajadores, con principios y valores orientados al bien común que por diferentes causas son indiferentes al problema.
Como sociedad caímos en la trampa diseñada por actores de mala fe, quienes, obedeciendo a intereses oscuros y agendas corruptas, lograron igualar -de manera perversa- los conceptos de política y politiquería. La primera, la política, es inherente al ser humano y sirve como instrumento para construir sociedad. La segunda, la politiquería, es la degradación de la primera, basada en la lógica del “fin justifica los medios” y la priorización de intereses personales sobre el bien común.
La confusión estructurada nos llevó a abandonar nuestras responsabilidades frente a lo público y frente al Estado, que es de todos y a todos nos debe doler. Nos alejamos por miedo, comodidad, pereza o simple fastidio. Y así, sin notarlo, dejamos el camino libre para que la politiquería se apropiara de los recursos públicos. Mientras tanto, una sociedad decente (la nuestra) se acostumbró a criticar desde la barrera, aportando poco a la solución.
A ello se suma que los egos, y aquí me incluyo, han dificultado la construcción de agendas colectivas. Aun así, es justo reconocer el papel que la institucionalidad ha desempeñado en estos tiempos turbulentos, ha sido un muro de contención. En particular, el Congreso de la República, pese a su desprestigio, frenó desde la oposición muchas iniciativas que amenazaban las bases del Estado. Reconocerlo es fundamental para entender la importancia de asumir con responsabilidad nuestras obligaciones ciudadanas.
En este contexto, decidí examinar con seriedad la posibilidad de dar un paso al frente, presentándome en la próxima contienda electoral. Lo hago por convicción, buscando tranquilidad en mi conciencia, entendiendo la urgencia del momento y confiando -sin pretensión alguna- en que mi experiencia, mi trayectoria y mi reputación pueden aportar a la causa común. Es una apuesta difícil, incluso utópica, especialmente cuando los apoyos concretos no siempre llegan con la claridad que uno esperaría.
Es importante informar, que por decisión “democrática” del Comité Departamental del Centro Democrático no fui incluido en la lista preliminar a la Cámara de Representantes. Aun así, sigo teniendo el interés, sereno y sin angustias, de poner mi nombre a consideración de la ciudadanía si se abren espacios para hacerlo.
Confieso que me duele ver cómo, en muchos casos, a la sociedad civil y a quienes la representan, les falta coherencia entre el discurso y la acción. Esa falta de firmeza los convierte en observadores pasivos cuando el momento exige determinación y acción. Lo he dicho en varios escenarios, no es hora de dedicarnos a la “G” del PyG (pérdidas y ganancias), hoy está en juego la “P” de patrimonio.
Necesitamos actuar, comprometernos de verdad y asumir nuestra corresponsabilidad. Involucrarnos sin miedo en lo público. Enfrentar los riesgos y trabajar colectivamente para proteger el país de las mafias y los intereses que nos amenazan. Estoy convencido de que si lo hacemos podremos reconstruir nuestro país y ofrecer un futuro digno y prometedor a las próximas generaciones. Los invito, con respeto y sin arrogancia, a dar el paso.
¡VAMOS DE FRENTE!
Bruno Seidel Arango
Sección
Fecha Publicación - Hora