Las dos colombias 
Señor director:

Es cierto que la ideología nos hace diferentes de los demás, es cierto que ser diferentes  nos hace que actuemos con independencia para no parecernos a los demás. Es un privilegio pensar para tener conceptos que enriquecen nuestro discurrir por un camino que plantea muchas posibilidades y motivaciones. Todo este esquema de doctrinas hacen que aparezca el concepto de libertad que conduce  a actuar con independencia, a veces con ortodoxia, a veces con heterodoxia. 
El mundo de los humanos es intrincado y a veces tan complejo que nos perdemos en la mañana de nuestros propios conceptos y hasta contradicciones.
Esta forma de pensar y de actuar, diferente y disímil, conduce a la aparición de conflictos que se convierten en obstáculos para avanzar unidos pensando en grandes proyectos que armonicen la vida de las contradicciones, no siempre en el marco de la lógica y la sindéresis. Los valores superiores quedan diluidos cuando hay choques de fuerzas irreconciliables para destruirse como fruto del sectarismo por conveniencia, ignorando la importancia de conciliar para gobernar sin que se pierda la esencia ideológica y filosófica como identidad de principios y doctrinas, que son los pilares de los llamados partidos políticos. 
Tal es el caso aberrante de acontecimientos en nuestro país, en los que invocando la  majestad de la democracia, surgen fuerzas que alimentadas por el sectarismo y las ansias voraces de poder, se creen los dueños de la verdad y la justicia, divididos con el calificativo de derecha e izquierda, cada facción reclamando su legitimidad democrática con aureola de santos no canonizados, porque se consideran los mejores. 
Surge así el fenómeno de la polarización, tal vez sin mucha razón ni credibilidad, para aplicar el viejo aforismo “divide y reinarás”, que contradice otro condensado de la sabiduría popular: “la unión hace la fuerza”. 
Todo parece indicar que quienes disfrutan del poder con cierto canibalismo, antropofagia y filibusterismo no han leído la historia para concluir que la democracia cobija a unos y otros así sea en la disquisición como norma de convivencia basada en acuerdos mínimos, buscando sin sectarismos el bienestar general. 
La polarización política e ideológica, necesariamente es partidista y sectaria, en la cual los que ganan son los más astutos y sagaces para manipular masas de ingenuos que, sin consciencia y nadando en la ignorancia política, son presa fácil de los zamuros oportunistas que aprovechan esta debilidad para apropiarse de: “en rio revuelto, ganancia de pescadores”.
Así planteada la contradicción debemos recurrir a la sabiduría salomónica para partir a  Colombia en dos mitades: la derecha y la izquierda, con dos presidentes de acuerdo a la  estructura ideológica con lo cual habría, con seguridad, armonía y convivencia social. 
Pero…, como este planteamiento es fruto del imaginario y la virtualidad, no queda otro camino que apelar a una buena educación que empiece a sembrar semillas que renueven el interior del ser humano con visión de futuro, con maestros emprendedores, con una formación y vocación que les permita formar ciudadanos en una Colombia connivente, tolerante, armoniosa y en paz.
Elceario de J. Arias Aristizábal  
 

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