Cavilaciones de Perogrullo
Señor director:

Han transcurrido varias semanas desde la muerte de Hernando Salazar Patiño, quien en varias oportunidades fue columnista de La Patria, además de director del suplemento literario y, años atrás, de la sección editorial “Cosas que pasan”. Con mucho pesar debí poner una cruz más en nuestro mosaico de la Facultad de Derecho de la Universidad de Caldas que proclama una promoción de la cual, con la partida de Hernando, sólo quedamos cinco sobrevivientes.
Varios artículos, en diferentes publicaciones, le han dado justa valoración a lo que representa, para nuestro medio, la desaparición del inquieto pensador y profundo mentor literario. Una que otra de esas glosas han sido pródigas en la aplicación de adjetivos y ditirambos que hacen un tanto difusa la real semblanza del escritor. Otras, con autoría de quienes fueron más cercanos a su pensamiento y usufructuaron el magnetismo de su palabra, han logrado hacer un retrato asaz aproximado de su real y polifacética personalidad.
En la revista digital Eje 21, el abogado y catedrático, además de librero y escritor, Pablo Felipe Arango Tobón, hizo uno de los panegíricos que mejor describen la fisonomía de Hernando Salazar como intelectual y como crítico. Elegante en el estilo, cualidad que es parte de su esencia vital, Pablo Felipe hace en su escrito una apología del amigo desaparecido, destacando su independencia de carácter, la profundidad de su sapiencia literaria, su acendrado amor por la ciudad, su depurado arte en el manejo de la palabra escrita y de la expresión oral. El autor, al establecer un parangón entre el escritor y quienes despliegan su actividad intelectual en nuestro medio, se conduele de que no haya nadie digno de ocupar el sitial que él deja vacío. Afirma Pablo Felipe que “Ahora quedamos solos en manos de los mediocres, de los sobalomos, de los insípidos, peor aún, de los insensibles”.
Es comprensible la desolación que causa entre los amigos la partida de Hernando. Y es profundo el vacío en el entorno cultural, ya que fungía como uno de sus ejes. Tanto es así, que su impronta quedó marcada en quienes lo leyeron o escucharon. Nos quedan sus libros, sus artículos, sus ensayos, sus conferencias. Y su cátedra. Ésto, más que otra cosa. La clase, la cátedra, la enseñanza, que eran su pasión. Hernando era un universitario integral. Valga como ejemplo de esa huella, el testimonio sentido y hermoso de uno de sus alumnos, Esteban Escobar Pérez, en la misa de sus exequias.
Hernando Salazar Patiño fue, sin duda, uno de los personeros de la intelectualidad caldense de los últimos cincuenta años. Y hablo de Caldas, porque tanto en el departamento como en Manizales, surgieron en el último medio siglo, atributo natural que ha sido tradición desde que somos entidad territorial, filósofos, escritores, historiadores, cuentistas, ensayistas, cronistas, poetas y críticos literarios que bien podrían personificar al departamento en cualquier escenario nacional. Sin embargo, son pocos los que, a ese nivel, en la actualidad, han tenido una trascendencia notoria. 
Algunos, como Mauricio Garcia Villegas, para citar un solo ejemplo, lo han logrado porque, además de su cultivada preparación, manifiesto talento y agudeza mental, han desarrollado su actividad intelectual en ambientes sociales y medios impresos de circulación nacional desde Bogotá. Él, como su antepasado Silvio Villegas, para poner también un solo ejemplo de quienes trascendieron en las generaciones anteriores, es reconocido, leído y citado en el extenso ambiente cultural del país. Ineludible, de elemental justicia, en este orden de excepciones, es hacer referencia al magisterio que a través de la revista Aleph, ejerce el profesor Carlos Enrique Ruiz Restrepo desde hace más de cincuenta años, en Manizales, con cobertura nacional.
Los escritores e historiadores caldenses, Salazar Patiño entre ellos, han desempeñado una labor cultural y pedagógica en un medio en el que, por absurdas políticas del Ministerio de Educación en los últimos decenios, la Literatura y la Historia han sido desplazadas del pénsum y los programas de las instituciones educativas.
Paz en la tumba de mi compañero de estudio, Hernando Salazar Patiño.
Rodrigo Ramírez González.

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