Anécdota penitencial
Señor director:
Volví a misa un domingo, después de meses sin hacerlo. Mi convalecencia por la cirugía de cadera y el salir con bastón fueron las causas de esta omisión dominical. Regresé a casa a escribir esta anécdota. “Llegué al templo y al lado izquierdo había seis personas esperando confesarse. Me hice en la fila. Delante de mí quedaron una dama, dos hombres jóvenes, otra mujer, un niño. Arrimó al confesonario un sacerdote negro, joven, con un turbante colorido en su cabeza, vestido con alba y estola. La vecina respondió mi pregunta: -es un sacerdote africano que llegó a la parroquia y habla bien el español-. El sacerdote dijo: primero los más viejos. El niño se retiró de la fila.
El sacerdote llamó a mi vecina para que se hiciera adelante. Me adelanté a los dos hombres y quedé de tercero, luego de las dos damas. Se inició la confesión. Oí que el sacerdote preguntó la edad a la primera mujer, confirmando su turno correcto. Pasó la dama de delante de mí, un poco más joven que yo. Al momento, salió del confesionario, muy molesta, diciendo que no la había confesado porque estaba joven. Una dama le dijo: -¿joven usted? Si va siendo una anciana como yo-. Se fue brava a sentarse con la dama del comentario. Dijimos que era exagerada esa exigencia del sacerdote. Me tocó el turno. No me preguntó la edad. El sacerdote me comentó lo que había pasado. Yo le dije: sí Padre, ella contó muy molesta lo ocurrido y se fue brava a sentarse. Finalizada mi confesión, el sacerdote me dijo que si por favor buscaba la señora para que le diera sus disculpas y volviera a confesarse. -Con mucho gusto, padre-. Caminé hacia adelante buscando la señora. La hallé en las bancas de la derecha, me arrimé y dije: -Mujer, el padre le manda disculpas y que vaya para confesarse-. Ella se dirigió hacia la sala penitencial. Yo me senté en la banca. Al rato volvió. Le pregunté: -¿sí se confesó? Sí, muchas gracias”-. Solo hay un verdadero pecado y es la falta de amor. “Ama y haz lo que quieras”. San Agustín.
Alirio de los Ríos Flórez.
De los agentes de tránsito
Señor director:
Las sociedades necesitan normas, reglas, controles y reguladores que contribuyan a una cordial convivencia, como deben ser las relaciones entre los seres humanos. Eso sería lo ideal, lo teórico y lo que se pretende, pero la realidad es que en esta compleja mixtura social, la dinámica no es así. Excelente que los agentes de tránsito salgan a las calles a cumplir unas funciones que son importantes y fundamentales en una ciudad en lo referente al transporte. Lo que no es bien visto es que se excedan y se extralimiten en el desempeño de sus funciones, llegando a generar rechazo.
Sus funciones no deben ser solamente recorrer las vías asustando a conductores en una actividad que produce estrés, cansancio y exaltación del estado emocional. Sus funciones deben ser de ayuda, de colaboración, de educación, no solo a los conductores, sino también a los peatones para que se desplacen por las aceras y pasen por las cebras como debe ser. Sus funciones no son únicamente perseguir en una cacería de brujas con el ánimo de imponer comparendos; deben ser: orientar, acompañar, educar, guiar y estimular con buenas maneras, buenos modales, cortesía y buen trato, sin exasperar a conductores y transeúntes con estridentes ruidos generalmente innecesarios.
Se requiere así mismo, que los conductores respeten las normas y mantengan sus documentos como lo exige la ley. Se requiere hacer una muy buena selección de los agentes de tránsito, que sean ciudadanos integrales con una buena formación académica y conocimiento de sus funciones, no solamente que sepan conducir una moto. Así se evitarían espectáculos tan denigrantes como los que nos ha tocado presenciar en una ciudad que es ejemplo y modelo de educación y buenas maneras.
Conviene así mismo hablar de tolerancia para una buena convivencia entre conductores y agentes de tránsito, lo cual se logra con respeto, buenas maneras, madurez emocional. Que la eficiencia no se mida por el número de partes aplicados, como los maestros antiguos imponiendo unos a sus alumnos, sino por el menor número violaciones a las normas y el menor número de conflictos. Con medidas represivas, poco se logra.
Elceario de J. Arias Aristizábal.
Grafiteros fantasmas
Señor director:
Los grafiteros que han surgido por pilas en Manizales podríamos denominarlos fantasmas. ¿Por qué?, simplemente porque aparecen cuando uno menos piensa y se tiran, por maldad, la belleza de la ciudad. Y lo más malo es que inundan de mamarrachos las casas, los edificios, los parques, los puentes y se quedan tan tranquilos como si nada. Pienso que a estos oscuros personajes se les debería aplicar algún tipo de sanción. Están destruyendo nuestra linda capital. Claro que sobre éste y otros temas todos seguimos calladitos.
Bernardo Molina Marulanda.
La familia
Señor director:
En esta época tan crítica que estamos viviendo con la descomposición social, considero que vale la pena hablar de lo que constituye verdaderamente la familia.
La familia es la célula fundamental de la sociedad y por supuesto la institución básica de la misma; es además la unidad de reproducción y mantenimiento de la especie humana y en ese sentido, es el elemento que sintetiza la producción de la salud a escala microsocial.
La familia es la unidad básica de la sociedad por las siguientes razones:
Es el espacio donde se transmite la vida y se educa a los hijos.
Es donde se transmiten los valores, las normas, los bienes y el patrimonio de las personas de generación en generación.
Es el lugar donde se aprende a ser buenas personas.
Es el lugar donde se sintetiza la producción de la salud a escala microsocial.
Es el lugar donde se promueve la salud y se previene enfermedades.
Es el lugar donde se imparte la cultura, las identidades.
Es el lugar donde se aprende a ser confiados y plenos.
Es el lugar donde se aprende a ser aceptados y festejados por lo que se es.
En la actualidad, el concepto de familia se ha diversificado y no solo se centra en los lazos consanguíneos. Por esta razón, es conocida como la “célula básica” de la sociedad, pues es en ella donde se logra formar la personalidad de cada integrante y, al mismo tiempo, repito se transmiten los valores esenciales para ser buenas personas.
El Estado tiene la obligación de fortalecer por todos los medios la conservación de la familia con programas que impacten positivamente a cada individuo, en aras de ir saliendo de la hecatombe qué se vive.
Alvaro Alzate Ussma.