El proyecto Terruño con sentido, construyó colchas de retazos con los estudiantes del colegio Sausagua en Quinchía

Foto | Diego Bernal | LA PATRIA | PEREIRA | El proyecto Terruño con sentido construyó colchas de retazos con los estudiantes del colegio Sausagua en Quinchía (Risaralda).

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Desde la cabecera municipal de Quinchía hasta colegio de Sausagua, ubicado en el mismo municipio, hay 21 kilómetros de distancia. La carretera, en gran parte pavimentada, rodea las laderas de la cordillera occidental, que va cambiando su vestido de plátanos y café, por el de caña de azúcar al acercarse al río Cauca. 

También cambian el clima y los olores. Del rocío frío que humedece las calles del municipio a los rayos intensos de sol que se filtran entre la vegetación; de la neblina al cielo despejado, del olor a café, al olor dulce de los trapiches en los que se prepara panela. 

Así es el camino para llegar al colegio de Sausagua, que fue elegido por Diana Marcela Ladino Guevara y Laura Rosa Monroy Hernández para realizar un proceso formativo desde la biblioteca pública Danilo Calamata. El proyecto quería fomentar el sentido de pertenencia a través de los sentidos en los estudiantes de la institución. 

Para eso se valieron de un equipo multidimensional, antropólogos, artistas, literatos, para motivar a los niños a contar su territorio desde el arte y vincular también a sus acudientes. 

“Hicimos exposiciones de las fortalezas locales, a través de las colchas de los sentidos, para de esta manera involucrar a la comunidad. Esto no solo permite que los padres y otros miembros vean el trabajo, sino que también se fomenta un espacio de diálogo, de apropiación de identidad y de amor por el territorio”, cuenta Ladino.

La colcha de retazos se construyó a partir de lecturas que lideró Monroy en varios talleres, en los que buscaron despertar los sentidos sobre el territorio, para luego construir una cartografía de las nueve veredas que cubre la institución educativa, para contar, las características de cada una de ellas.  

“A través del arte, pueden comunicar lo que sienten y piensan, incluso si les resulta difícil hacerlo verbalmente, se generan procesos de identidad, de pensamiento crítico, de exploración de sus tradiciones, costumbres y valores, se fomenta la diversidad, el trabajo en equipo”, reflexiona Monroy. 

En cada una de las sedes, se construyó una manta a partir de esos relatos que ubicaron en sus veredas, demostrando que la memoria territorial parte de los afectos. Monroy destaca con orgullo que los niños más pequeños de la sede de Sausagua, decidieron referenciar el Gallito de roca, un ave que los visita casi que a diario y desde un árbol les canta en las mañanas. 

Para otras veredas lo más importante eran los productos que identifican y son el sustento de sus familias, como la panela y el cacao. Mientras que para otras, lo más importante era ubicar sus casas y las de sus amigos en el mapa. 

 

Vereda Sausagua: La tierra de la caña y los sonidos de la naturaleza

En la vereda Sausagua, los más pequeños, estudiantes de preescolar, primero y segundo grado, describieron un fenómeno especial que los acompaña cada mañana, la visita del Gallo de roca: “Lo vemos en las ventanas de la escuela todas las mañanas”, narraron con alegría.

Por otro lado, los estudiantes de grado noveno y décimo hablaron con orgullo de su principal producto: la caña y su transformación en panela. “Queremos transmitir el olor del trapiche, el humo que sale, ese olor a panela”, compartieron. 

Describieron con detalle el proceso que viven en la vereda, desde la siembra hasta la comercialización de la panela en sus diferentes formas, como el guarapo, el conejo y otros derivados. Resaltaron la importancia de los caballos en el transporte del producto hacia los trapiches, un proceso que forma parte de la cultura y el sustento de muchas familias de la región.

Los estudiantes de grado 11 se inspiraron en los paisajes de su vereda, destacando los atardeceres y amaneceres que ven todos los días: “Representamos las montañas, inspirándonos en los atardeceres que se ven prácticamente a diario”, mencionaron, mientras hablaban de la casa sin techo que aparece en su representación.

 

Vereda Agua Salada: El verde de los cultivos y la vida silvestre

La vereda Agua Salada, hogar de 64 familias, se destacó por su actividad agrícola. En su manta, los estudiantes representaron los cultivos de cacao, naranja, mango, cilantro, tomate, cebolla, plátano y yuca, productos que forman parte de su consumo diario. 

También resaltaron la presencia de aves silvestres como el azulejo, que acompaña sus paisajes y que los llena de orgullo.

 

Vereda Mapura: Una comunidad que celebra su ubicación estratégica

Desde la vereda Mapura, un estudiante de quinto grado relató cómo se ubicaron en su proyecto de la manta: “Nuestra vereda queda en el sur del municipio de Quinchía, limitada con la vereda Callado, el norte con Ginebra y el sur con Agua Salada”

Destacaron la importancia de su ubicación geográfica y la conexión con otras veredas vecinas, formando un entramado comunitario fundamental.

 

Vereda Risaraldita: El corazón de la comunidad

Los niños de la Vereda Risaraldita hablaron con cariño de su hogar, resaltando la cancha donde juegan y la escuela donde aprenden: “Por acá está el restaurante que les hace comida muy rica, por allá huele muy rico a café, caña y cacao”, compartieron, evocando el aroma de los productos que llenan sus hogares.

 

Vereda Ginebra: La riqueza de la naturaleza y el transporte rural

En la Vereda Ginebra, los estudiantes describieron el entorno de su comunidad, incluyendo las casas de sus compañeros y las culebras que suelen encontrarse en los caminos. Destacaron también la carretera que conecta a la vereda con el municipio, un trayecto de aproximadamente 26 kilómetros.

 

Palabras de los talleristas: El arraigo como motor de comunidad

Las talleristas Laura y Diana concluyeron este proceso con un emotivo mensaje para los estudiantes: “Ustedes son los verdaderos protagonistas de sus historias. Este proyecto no solo se trata de talleres, sino de construir un sentido de pertenencia por sus territorios, de contar y celebrar las virtudes y fortalezas que cada uno de ustedes posee”

Con estas palabras, invitaron a los jóvenes a continuar construyendo sobre lo aprendido y a recordar este proceso como un hito en su arraigo a la comunidad.

 


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