Foto | Universidad de Manizales | LA PATRIA   Beatriz Ramírez Aristizábal, directora de Docencia de la Universidad de Manizales.

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Beatriz Ramírez Aristizábal, directora de Docencia de la Universidad de Manizales.

¿Hacia dónde debe ir la educación? Es una pregunta que se hizo el mundo después de que la pandemia por la Covid-19 sacara de las escuelas, colegios y universidades a millones de niños, niñas y jóvenes. 

Para entenderlo, Beatriz Ramírez Aristizábal, directora de Docencia de la Universidad de Manizales, junto a otras instituciones de la ciudad, empezó una investigación para identificar las fortalezas, tensiones y desafíos de la educación en Manizales en el tránsito entre la pandemia y la pospandemia. 

El estudio no solo abordó a alumnos, sino que cuestionó a padres de familia, representantes de la Secretaría de Educación, directivos docentes, profesores y demás. 

La sinergia y la disposición del sector académico salieron a flote durante el reconocimiento de las fortalezas. “La mayoría de los profesores de educación básica no estaban preparados para asumir una educación virtual, y aunque fue demorado, ellos también se vieron llamados a aprender”, expone Ramírez. 

En el proceso, de acuerdo con el testimonio de la directora, los docentes reconocían y valoraban como los estudiantes los ayudaron. 

Ella menciona: “Esas brechas que siempre han existido entre profesores y estudiantes se acortaron y se convirtieron en comunidades de aprendizaje. Se preguntaron cómo intercambiar saberes, experiencias y aplicaciones”.

El papel de las instituciones

En la crisis, Beatriz asegura que “la sociedad se dio cuenta que la institución educativa es importante”. Y esto no tanto por la movilidad de aprender, sino por la posibilidad de socialización que tienen los menores y la posibilidad de construir relaciones afectivas que confluyen en las escuela. 

Con base en esto, Ramirez asegura que los más perjudicados con la pandemia fueron los niños y niñas de preescolar y de la básica primaria.

¿Por qué? Porque la razón de ser del preescolar son los procesos de socialización más que el aprendizaje. Entonces, según la directora, se veían limitados porque no tenían el compañerito o la compañera. 

Por lo tanto, la investigación en Manizales reconoce el valor de los padres de familia en este proceso, porque muchos se convirtieron en compañeros y profesores, sin tener las herramientas. Asimismo, se identifica el respaldo de la Secretaría de Educación  y de la Fundación Lúker

Sin estudio emocional  

A la par con las fortalezas figuraron las tensiones. “Las instituciones educativas no estaban preparadas para volver a recibir a los estudiantes, y no prepararon a los estudiantes para volver al aula”, afirma Ramírez. 

Ella objeta que los estudiantes volvieron al aula como si no hubiera pasado nada. “Llegaron y al otro día, empiece matemáticas o sociales, pero no hubo un espacio para que primero se socializarán qué fue lo que pasó, para que compartieran cómo se sintieron y lo que vivimos”. 

Así las cosas, el vacío que dejó la Covid-19 en la educación y que aún no se cierra son las competencias socioemocionales. Y, apunta la directora, fue lo que más se afectó

Entonces, el desafío queda en cómo se trabajarán, sobre todo, en la básica y la media, las emociones. “Nunca hicimos un diagnóstico real de cómo llegaban los estudiantes”, lamenta Beatriz Ramírez. 

 


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