Fotos | Cortesía | LA PATRIA Durante dos días, representantes de los 33 nodos de Caldas, Risaralda, Quindío, Tolima, Valle del Cauca y Cundinamarca se reunieron en Manizales.
El encuentro territorial de la Región 4, operada por la Universidad de Caldas, dejó una impresión clara: el programa Artes para la Paz está consolidando una red que se reconoce, se escucha y trabaja como un cuerpo articulado en los territorios.
Durante dos días, representantes de los 33 nodos de Caldas, Risaralda, Quindío, Tolima, Valle del Cauca y Cundinamarca se reunieron en Manizales para revisar lo que ha significado implementar el programa en los municipios: los desafíos propios de la operación, los aprendizajes acumulados en el camino y, sobre todo, las transformaciones personales y comunitarias que están viviendo gestores territoriales, apoyos pedagógicos, equipos operativos y profesionales de enfoques diferenciales.
El espacio permitió trazar un panorama honesto de lo que hoy ocurre en los 183 municipios donde se desarrolla Artes para la Paz. Cada nodo presentó sus avances, identificó puntos críticos y compartió las estrategias que han fortalecido su trabajo. Sin embargo, el encuentro trascendió la dimensión técnica.
La palabra se convirtió en un puente para narrar cómo los procesos artísticos están modificando la vida cotidiana de niños, niñas y jóvenes que encuentran en la danza, la música, el teatro, las artes audiovisuales y la creación literaria un lugar seguro para expresarse, construir comunidad y ampliar sus posibilidades.

Evaluación de crecimiento personal
Los equipos territoriales también reconocieron la huella que el programa ha dejado en ellos mismos: mayor paciencia, más escucha activa y un compromiso ético renovado frente a las realidades que acompañan.
Esta lectura interna complementó la revisión operativa y permitió dimensionar cómo el arte, al ser llevado al territorio, transforma simultáneamente a quienes lo facilitan.
Entre las jornadas de diálogo hubo espacios para lo que también es parte esencial de la práctica artística: el movimiento. Bailes, dinámicas corporales y ejercicios creativos sirvieron como pausas inteligentes entre discusiones profundas. Esas interacciones, pequeñas y alegres, terminaron de sellar la atmósfera del encuentro.
Al cierre del martes 25, ya no había departamentos separados ni nodos dispersos. Había un colectivo consciente de su rol en 183 municipios, un equipo que entendió que Artes para la Paz no es solo una operación técnica, sino una red humana que se sostiene en la cooperación, la escucha y la sensibilidad territorial.
La confraternidad del final no fue improvisada: fue la consecuencia natural de mirarse a los ojos, reconocerse en el otro y asumir que la construcción de paz también avanza así, paso a paso, encuentro tras encuentro.

*Con información de Artes para la paz de la Universidad de Caldas
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