Foto | Cortesía | LA PATRIA
Voces de la cadena productiva: dos males tejen el fin del sombrero aguadeño. La falta de relevo generacional y la baja rentabilidad para tejedoras y ripiadores ponen en suspenso su futuro. Intentan salvar una tradición. En la foto, Marta Elena Bedoya López, ripiadora que intenta salvar una tradición.
LA PATRIA | MANIZALES
Marta cosecha y procesa la iraca. Gracias a eso, Alba Lucía y Alba Cecilia tejen sombreros aguadeños en rama (sin los acabados). Finalmente, Samuel los compra y los termina. Los tres comparten la cadena productiva de esta insignia artesanal colombiana y tienen un pensamiento en común: su tradición esta en peligro de extinción.
Si esta cultura no les da de comer, los jóvenes no la quieren ejercer. Eso entiende el alcalde de Aguadas (Caldas), Fabio Gómez, sobre el futuro de esta artesanía. "El empalme generacional está truncado, la actividad no está bien retribuida económicamente para las artesanas. Eso no es un aliciente para las nuevas generaciones", diagnostica.
Como agravante, el mandatario recuerda que hay comerciantes que ingresan sombreros al municipio e intentan darles el sello de "Hecho en Aguadas". "Eso es una competencia desleal", lamenta.
Optimista, el alcalde mantiene la ilusión de salvar la tradición del sombrero aguadeño. Planea invertir $60 millones en crear la Escuela de Tejeduría, que se ubicaría en la Casa de la Cultura, para facilitar el aprendizaje de la confección, que sería una actividad extra en los colegios. Este es el impulso inicial, Gómez espera recibir apoyo económico y promocional de la Gobernación y el Gobierno nacional para la artesanía. El municipio también prepara una tienda virtual.
Foto | Freddy Arango | LA PATRIA
601 personas tejen sombreros en Aguadas, solo 4 son hombres, indica la Alcaldía.
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Rostro de la materia prima
Foto | Cortesía | LA PATRIA
Marta Elena Bedoya López, ripiadora de Aguadas.
¿Usted dedicaría una semana a confeccionar un sombrero por el que le pagan $60 mil? Para Marta Elena Bedoya López, el mal pago pone en peligro al sombrero aguadeño, pues no hay relevo generacional en la cadena productiva.
Marta es ripiadora, es decir, extrae y procesa iraca, la planta con la que se teje el artículo. Desde hace 44 años trabaja bajo la lluvia y el sol en su finca, El Jardín, que tiene 6 hectáreas cultivadas con la materia prima.
Cada día, el predio ubicado en el sector Boquerón, a 5 kilómetros del casco urbano de Aguadas, la ve trabajar con su esposo en cortar la iraca y hacer el proceso de ripiado. Son cuatro pasos: cortar, pulir, cocinar con azufre y hornear.
El proceso se culmina cada sábado, pero el trabajo toma toda la semana. "A la semana sacamos 80 cuartos de iraca, con los que se pueden hacer unos 90 sombreros", relata. El valor del cuarto depende de la calidad: hay de $13 mil, $16 mil y $18 mil.
Además del mal pago, considera que trabajar a la intemperie, las manchas del cogollo en las manos, el dolor de espalda y el humo del azufre alejan a los jóvenes de ser ripiadores. Debido a que los trabajadores prefieren trabajar en la cosecha de café en noviembre, en la finca solo laboran Marta y su esposo. Sin embargo, afirma que la tradición vale la pena: "El sombrero es nuestro orgullo como aguadeños".
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Las Albas tejedoras
Foto | Archivo | LA PATRIA
Alba Lucía Arcila, tejedora de sombreros aguadeños.
Alba Lucía Arcila tiene 74 años y teje sombreros aguadeños desde los 10 años. Su tocaya Alba Cecilia Arcila tiene 26 años y cumplió 20 años en el mismo oficio.
"¿Toda una semana tejiendo por $65 mil para que revendan a $180 mil?", critica Alba Lucía, quien sigue tejiendo y asegura que paga $20 mil por el proceso de acabado del sombrero (lo cosen, le hacen el filete y le colocan la cinta). Como independiente, sus mejores ventas del sombrero arreglado han sido de entre $300 mil y $380 mil.
"El comerciante lo vende a $200 mil o $250 mil. Lo que nos mata como artesanas es tener intermediarios. Buscamos vender directamente", plantea Alba Cecilia, quien también es la reina de la iraca 2024.
Las tejedoras narran que su profesión les afecta la visión, los dedos, la columna y la cintura. Según ellas, un sombrero corriente toma entre 4 y 6 días, uno fino se demora 8 días, uno superfino se tarda 15 días y un sombrero maestro artesano requiere 20 días o un mes.
Las Albas comparten apellido y profesión, pero no son familia. Eso sí, las une la artesanía.
Foto | Cortesía | LA PATRIA
Alba Cecilia Arcila junto a su madre y su abuela, tejedoras que heredaron la tradición de la bisabuela.
"Las nuevas generaciones ven que en este oficio no hay futuro. Necesitamos que estos productos sean mejor remunerados y más atractivos para los jóvenes. Que vean una forma de emprender y diversificar la iraca con manillas, aretes e individuales, por ejemplo", recalca Alba Cecilia, que continúa con la tradición de su bisabuela, su abuela y su madre.
Ella es candidata a orientar la Escuela de Tejeduría y desea que los niños, "que son el futuro de Aguadas, aprendan la linda tradición de la tejeduría". Además, espera que este centro de enseñanza abra las puertas a toda las personas que quieran seguir tejiendo esta tradición.
Este panorama contrasta con el que se encontró Alba Lucía cuando empezó a tejer hace 64 años. "Cuando tenía 23 años, hacía 15 sombreros de paja en una semana para ayudarle a mi papá", recuerda. Los conocimientos aprendidos de la tejedora Margarita Arias la pusieron a hilar su profesión.
Aunque es devota de su oficio, siente desazón por la diferencia entre las ganancias de las artesanas y las de los comercializadores de los sombreros: "No es justo saber que ellos venden caro (...), bañan el sombrero en un líquido espeso para que quede un poco tieso, lo cosen, le hacen el filete y le colocan la cinta".
Foto | Cortesía | LA PATRIA
Alba Cecilia Arcila, reina de la iraca 2024.
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El terminador
Foto | Tomada de Don Samuel | LA PATRIA
José Samuel Hurtado, cara visible de la tienda Don Samuel, de sombreros y ponchos aguadeños.
"El sombrero aguadeño está en vía de extinción. Le pongo entre 15 y 20 años de vida. Todo tiene un ciclo. Es famoso desde 1870", predice José Samuel Hurtado, más conocido como don Samuel, de la marca homónima que heredó de sus padres en 1958. Se autorreconoce como terminador, porque le da valor agregado, estilo y acabados al sombrero.
Su hijo siguió la tradición, pero es la excepción. "El relevo generacional está muy escaso en la tejeduría del sombrero aguadeño, pero es una problemática de todas las artesanías", explica.
A las críticas por los pagos a las tejedoras responde que en su taller les pagan un poco más e inculcan "la tradición e identidad cultural" con semilleros para jóvenes tejedoras. Dice que ellas son fundamentales en la cadena productiva.
"El valor agregado que se da en los talleres tiene gastos e inversiones. Hay que añadir el arriendo de un local, los servicios públicos, los sueldos y la seguridad social. Eso suma el valor de los sombreros", defiende.
Agrega que hay escasez de cultivos de iraca y de ripiadores porque otros cultivos generan más ganancias, como los de aguacate, café y plátano.
Para mantener la tradición quiere salvaguardar el sombrero con el museo que erigió en Aguadas, donde enseñan a tejerlo. Anticipa que en el 2025 buscarán enseñarles el arte a mujeres desplazadas.
"Nuestra marca es muy reconocida. También vamos a hacer sombreros en otros materiales. Lo tenemos todo planeado", vaticina sobre el futuro de su empresa.
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Contrastes del sombrero aguadeño
Foto | Archivo | LA PATRIA
Alba Lucía Arcila Escobar teje un sombrero aguadeño.
Estos son algunos datos del negocio del sombrero aguadeño que registra la Alcaldía de Aguadas:
- 601 personas tejen sombreros, solo 4 son hombres. "Hace 40 años había 9 mil artesanas", según la reina de la iraca 2024, Alba Cecilia Arcila.
- El 90% de las peronas que tejen son mujeres de 70 años a 90 años.
- Hay 7 talleres de acabados de sombreros en Aguadas.
- Se estima que cada año se comercializan entre 25 mil y 30 mil sombreros aguadeños.
- Hay 7 ripiadores (3 mujeres y 4 hombres) en Aguadas, para unas 15 hectáreas que se calculan en todo el municipio, en las veredas Los Charcos, San Nicolás y La Clara.
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