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El espectáculo que dio Colombia como sede del Mundial Sub-20 de Fútbol Femenino reconcilia con el país porque el público respondió a la convocatoria, por el nivel mostrado por nuestra selección nacional y porque se vivió una fiesta, que nos hace lamentar de nuevo el haber perdido la oportunidad de celebrar los Juegos Panamericanos, por la incompetencia de algunos dirigentes. Pero más bien miremos del reto cumplido de haber sido sede este Mundial qué sigue para Colombia.

El proceso de selecciones femeninas en las diferentes categorías ha dado frutos y la Federación Colombiana no ha escatimado en la preparación, el fogueo y el respaldo a las jugadoras, pero esto será insostenible si no se cuenta con la materia prima formada para cumplir con el espectáculo. La Selección Colombiana mostró que el talento se da silvestre en nuestro territorio, pero se tiene que seguir trabajando en fundamentación, en mejorar el nivel competitivo interno y eso no se va a lograr si no se trasciende de los torneos aficionados. Debe permitirse a las jugadoras foguearse como es debido y crecer en un entorno favorable. Muchos talentos se frustran porque no hay incentivo para llegar a la rama profesional, que sigue en deuda.

Así como en masculino existe la rama profesional, tendría que propiciarse las condiciones para las mujeres. Cuando se empezó con el torneo femenino había obligaciones para los equipos de la Dimayor, luego vino la pandemia y se entendió la crisis económica desatada en el fútbol profesional, pero esa excusa ya es añeja. Es hora de que obligar a todos los equipos de la rama profesional a tener su representante en el torneo femenino, que sigue siendo acortado. Ojalá el Once Caldas más pronto que tarde se sume al grupo.

El Gobierno nacional ha ofrecido la ayuda para que la competencia tenga las condiciones necesarias para que las jugadoras puedan participar como es debido, esto es con contratos reales, que les garanticen todos los derechos laborales. Algo que sucede con muy pocas y que debería favorecer a todas, pues la ley laboral no discrimina

Ahora se quejan los equipos de que no está reglamentado el derecho a reclamar por formación cuando se transfiere el pase de una jugadora como sí sucede con el masculino, lo que frustra tener utilidades o al menos recuperación de parte de la inversión. En Colombia los clubes se han puesto de acuerdo para esto, por la falta de reglamentación de FIFA, pero no es lógico. Debe ser igual que con el fútbol masculino.

Las jugadoras colombianas han mostrado con creces que son competitivas, que tienen amor por la camiseta y por su país y que con mejor apoyo se brindarían más oportunidades y se tendrían resultados aun mejores, pero esto debe empezar por considerarlas profesionales y garantizarles su estabilidad laboral. El campeonato Mundial demuestra que hay público también para acompañarlas, pero se tiene que garantizar el espectáculo de calidad, y los señores del fútbol que tantos desplantes han hecho a la rama femenina deberían aprovechar esta oportunidad para de una vez por todas comprometerse con la liga que tiene todo para seguir creciendo.