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Otro clásico de fútbol en el Eje Cafetero, otro día que se altera el orden público antes o después de un partido. Sucede si los equipos juegan en Manizales o si lo hacen en Pereira, pero también con clubes de otras ciudades. El saldo de la fecha 8 en la Liga Betplay Dimayor II, el martes en Pereira con Once Caldas, fue de 10 personas lesionadas, vehículos vandalizados, peleas, robos en las afueras del estadio Hernán Ramírez Villegas. Igual que ha ocurrido en los alrededores del estadio Palogrande o en otros puntos de la ciudad cuando ha sido sede de un clásico.
Se esperaría que en pleno siglo XXI otros fueran los comportamientos sociales, no estar actuando como bárbaros de la Edad Media. Por qué los aficionados, los hinchas y los barristas del Once Caldas no se pueden ver con los del Deportivo Pereira y al contrario, pareciera que no pueden estar en un mismo lugar, ni respirar el mismo aire; lo que es una narrativa absurda, retrógrada y mandada a recoger. Qué puede pasar por la mente de quien asiste a un partido de fútbol y su reacción, antes o después del encuentro, es dañar, agredir y cometer ilícitos. ¿Qué relación tiene todo eso con un deporte como el fútbol? Ninguna.
Si es que pertenecer al barrismo es sinónimo de violar normas, ser intolerante y no saber asumir cuando se pierde o se gana un partido, algo está muy mal en estos colectivos y las autoridades deben ponerle fin al problema. De ningún partido de fútbol debe tenerse como resultado el balance de lo sucedido el martes; y si es cierto que algunos futbolistas alentaron a la violencia, los clubes deben revisarlo a fondo y aplicar medidas disciplinarias. Los deportistas son los primeros llamados a jugar en paz y a saber manejar tanto el triunfo como la derrota, también para eso deben ser entrenados porque humanamente es imposible ganar siempre.
Ningún partido de fútbol debería ser un desgaste para las alcaldías ni para la Fuerza Pública en lo concerniente a recursos económicos, tiempo y personal, porque se considera de alto riesgo para las ciudades. Esto no debería estar sucediendo. El fútbol debe volver a ser una fiesta deportiva, una distracción, una cita de familias, de amigos; ¿en qué momento permitimos que esto cambiara?, ¿por qué los líderes de las barras no lo evitan? Son preguntas que se hacen muchos ciudadanos desde hace años, a pesar de que en el 2014, bajo el Gobierno Santos, se lanzó el Plan Decenal de Fútbol 2014-2024 como política pública para erradicar la violencia dentro y fuera de los estadios.

El año pasado la Cámara de Representantes hizo una audiencia de seguimiento a la implementación del Plan, porque no cumplía algunos puntos. Los representantes Daniel Carvalho, de Antioquia, y Juan Sebastián Gómez, de Caldas, formularon el proyecto de ley Barrismo Social, que busca eliminar el enfoque punitivo de las leyes sobre fútbol y barrismo y darles un carácter social, con mayores responsabilidades a los clubes en relación al barrismo y a las barras en convivencia. Fue aprobado en primer debate en junio de este año y continúa el trámite. Es una iniciativa bien intencionada y con asidero, pero es tan complejo lo que sigue sucediendo dentro y fuera de los estadios con los partidos de fútbol que hay que preguntarse si es lo que se requiere en Colombia para que no haya más violencia manchando este deporte.