Hace poco, en una conversación informal con una amiga, surgió el tema de la ortografía. Mi punto era que este es un elemento indispensable para comunicar eficientemente un mensaje en cualquier contexto, mientras que mi amiga argumentaba que había gente a la que, simplemente, no le importaba escribir bien y que eso no tenía nada de malo porque no todos somos buenos para lo mismo. He de confesar aquí, antes de seguir, que soy medio obsesiva con escribir bien, finalmente soy periodista (con la salvedad de que sé perfectamente que me puedo equivocar). Y a eso se refería mi amiga, a que para mí eso es importante por mi profesión, pero que no lo tiene que ser para el resto de la gente.

Para ella, pretender que la generalidad de la población tenga las herramientas básicas para escribir medianamente bien y para leer y entender lo que lee está relacionado con una superioridad moral. Yo lo veo al contrario, como herramientas que la educación básica nos debería dar a todos por igual.

En la actualidad se trata, precisamente, de un aspecto que profundiza aún más las desigualdades. Ahora, más que nunca, la ortografía es una herramienta indispensable como escudo ante la desinformación, que, por ejemplo, también llega a nuestros celulares en forma de mensajes llenos de errores de ortografía en los que nos piden hacer clic en enlaces que nos llevan directo a robos y estafas.

Hace poco, a la familiar de una conocida le sacaron de su cuenta bancaria 12 millones de pesos. Ella notó algunos errores de ortografía en un mensaje que recibió, en el que le aseguraban que habían sacado un millón de pesos de su cuenta en una ciudad distinta al lugar donde vive, los pasó por alto e hizo clic en el enlace que le enviaron, ahí fue donde le sacaron el dinero.

Recordé además una experiencia que tuve hace poco, dando clases a estudiantes de once en un colegio público de Manizales. Los alumnos se pusieron histéricos porque tenía en cuenta la buena ortografía a la hora de calificarles los trabajos. No lo concebían, decían que eso no tenía ninguna importancia en una clase de comunicación gráfica. El chiste se cuenta solo. Lo peor de todo es que tenían muy mala ortografía, no sabían diferenciar el uso de las mayúsculas y de las minúsculas, por ejemplo, y me pregunté cómo los demás profesores les dejaban pasar, así como así, esa deficiencia.

Tener una ortografía básica (acá no estamos hablando de perfección) es entonces también un elemento de igualdad de oportunidades, tanto de optar por un cargo (muchas empresas descartan hojas de vida con errores de ortografía), como de estar a salvo de la desinformación. Esto no debería seguir siendo un privilegio de una “élite” con mayor acceso a educación de calidad, arte, cultura. Todos tenemos el derecho a saber construir mensajes sencillos, pero claros, con los que nuestros interlocutores nos entiendan.

Finalmente, para eso sirven la gramática y las reglas ortográficas, para fijar reglas universales con las cuales podernos entender. Todos deberíamos tener las herramientas básicas para evitar un robo digital, y en general, para no ser víctimas de la desinformación.