La semana pasada la Corporación Cívica Centro Histórico de Manizales invitó a la escritora Beatriz Helena Robledo a que realizara un taller de escritura creativa con un grupo de personas a las cuales su directora, María Alejandra González Ocampo, ya les había mostrado la película Manizales City y les había enumerado los 101 libros sobre Manizales que hay que leer antes de morir. La propuesta de María Alejandra gira alrededor de buscar otra vía de aproximación de los manizaleños a su Centro y su historia, escogiendo a la literatura como vehículo.

Por curiosidad me asomé a ese taller y la sorpresa me hizo quedar. Vi niños de 10 años participando; al médico Gonzalo Mejía, el periodista Juan Carlos Unda y a otros veteranos de las letras locales como Héctor López y César Cifuentes. Quiero resaltar la labor del profesor Carlos Loaiza del Instituto para la Ciencia, quien llevó a varios de sus alumnos a participar de este festín. La introducción que hizo Beatriz Robledo, esa gran y discreta figura de las letras colombianas nacida en Manizales, fue contundente para motivar a los participantes a reunirse en grupos y siguiendo sus plantillas elaboradas para este fin usando textos como los del Padre Fabo o la Oración del Incendio de Aquilino Villegas, y asumir, por ejemplo, el papel de corresponsal de prensa redactando la noticia sobre el incendio de 1925, o la homilía del obispo Gregorio Nacianceno Hoyos inaugurando una catedral o redactar una carta del arquitecto Polty a su esposa en Francia hablando de sus impresiones sobre Manizales.

La lectura final de estos escritos me llenó de esperanza. Sentí alivio al ver tanta gente, 21 personas, asumir como natural el Centro Histórico por medio de la escritura. Cada participante vivió el Centro, su historia y la gente que lo pobló como si hubiera vivido siempre allí. En solo 2 horas se logró lo que yo como historiador y editor he pretendido por más de 20 años: tocar y contagiar a mis conciudadanos de esa chispa de amor y afecto por nuestras raíces representadas en esas antiguas casas que les falta poco para convertirse en solo monumentos.

Supo Beatriz Helena insuflar a cada participante esa magia de la cual se nutre la buena literatura, logrando que todos se apersonaran de su entorno y lo asumieran como propio. Lo que se leyó al final perfectamente podría publicarse como una antología y mostrar que sí hay métodos que dan como resultado unir temas que aparentemente presentan distancias. A ella esa tarea le salió tan coherente porque está elaborando una novela que sucede en la Manizales de los años 30, retratando esa sociedad única que lentamente se venía reponiendo de los fatales incendios.

Esta iniciativa tiene como fin motivar a los escritores, nuevos o experimentados, a escribir un texto final desarrollando una idea completa para entonces someterlos a una curaduría y finalmente premiarlos. No me cabe duda que esa metodología se puede multiplicar y fortalecer la apropiación del Centro Histórico de parte de los manizaleños.