El ferrocarril es un pasado que nos pesa. Con la eficiencia y tenacidad que lo hicimos, con esa misma fuerza lo abandonamos, primero físicamente y después en la memoria. Quedan vestigios, a pesar del amparo de la ley, suerte diferente. Varios se han salvado porque alguien tuvo la idea de darles uso y muchos, ya ni en el olvido, lograron tener acogida. Todos los últimos presidentes de la República se han interesado en el tema férreo, en especial el presidente Petro. No cabe duda que el ferrocarril vuelve debido a su economía. Se descartarán rutas como alguna que toque a Manizales porque basados en la experiencia reunida hace 100 años, este terreno montañoso no es el ideal para conectarlo a través de rieles y locomotoras.
Para los habitantes surge una oportunidad de volver a sacarle provecho al ferrocarril. Aporta esta presidencia la idea de recuperar corredores viales que no volverán a ver una locomotora desplazándose por ellos. Rutas obsoletas con cierta infraestructura que pueden ser resignificadas. El paso del tren por las poblaciones, durante la expansión urbana, se desdibujó. Quedan puentes; largas calles y por supuesto las estaciones, pero la huella es ya muy escasa. Quedan sí las rutas entre los pueblos y en las inmediaciones de Manizales, en Villamaría hay muchos kilómetros de trocha del Ferrocarril de Caldas, inclusive adornados con 5 túneles. Hablo del tramo de Villamaría a Rioclaro que se extiende por más de 15 kilómetros por un bello paisaje que por el momento usan caminantes, ciclistas y uno que otro vehículo.
La Gobernación de Caldas está trabajando en un proyecto de habilitación de ese corredor para usos recreativos. Digo, si el tren surgió para suplir la necesidad de mecanizar y masificar el transporte de producto insigne de nuestra economía al puerto de Buenaventura, hoy la región tiene otro tipo de necesidades que suplir. Los tres municipios suman alrededor de 750.000 habitantes y esas personas requieren zonas verdes para su recreación. Pienso que esa iniciativa debería concretarse con la hechura de un parque.
Sí, un parque a lo largo de ese kilometraje. Un parque que va a atender a la gente de Manizales, la de Villamaría y la de Chinchiná. Un parque donde lo natural prime. Un parque lineal con 200 metros de espacio sobre un costado de la actual vía y que el otro límite sea el río Chinchiná. 
Este parque tendrá parqueaderos en ambas puntas; sitios donde escuchar música en vivo y hacer otro tipo de eventos; sitios de comida e instalaciones deportivas y así suplir espacios públicos tan escasos en los municipios vecinos. Lo museal será un componente menor, pero una locomotora cerca a uno de los túneles recordará al usuario que está disfrutando un espacio que hace 100 años engendró progreso. Los túneles, en sus muros mostrarán la historia de esta empresa, pero el fin de este parque será facilitarle a los ciudadanos recreo en la naturaleza.
Concibo un parque como un gran jardín, pensando que un jardín lo tengo en mi casa para mi uso exclusivo, pero un parque es público, un espacio sin restricciones, un espacio para que la gente converja. A los de Villamaría les queda en las narices y a los caminantes y ciclistas de Manizales y Chinchiná les quedará un poco retirado, pero como el afán es caminar, pues esto no será obstáculo. Al ser este parque el jardín del Área Metropolitana, que se está consolidando, los usuarios podrán ver todo tipo de árboles y flores, típicos de la región y organizadas con gusto. Y sabemos que donde hay árboles, hay pájaros que observar.
Deben considerar los desarrolladores de este proyecto que la región necesita un parque que tendrá uso amortizando socialmente esa inversión. Dotar ese trayecto solo con instalaciones para ciclistas y caminantes sería atender solo una parte de la comunidad, desaprovechar la oportunidad de cubrir más necesidades y por ende atender ciudadanos que protejan esta instalación dándole permanente uso.
Otro consejo: que se le ponga como nombre a este parque el de una virtud, no el nombre de un funcionario.