Los toros, gallos y caballos son animales que atraen al hombre, más allá de su utilidad física. En su infancia el hombre los convirtió en dioses y después los ubicó como animales totémicos y seguramente de los rituales que giraban alrededor de ellos, se derivó una actividad que perdió con los cambios de tiempos todo su revestimiento sacro. Sacrificar esos animales en los altares se convirtió en verlos morir en los circos romanos. La emoción que les producían los toros, los caballos y los gallos al hombre, seguramente, sirvió de motivo para seguir toreando, peleando o corriendo esos animales, dejando todo lo sacro atrás.
Fue Colón quien trajo de España estos animales y el uso recreativo que se les podía dar, y la Colonización Antioqueña no pensó ni un segundo en deshacerse de ellos. Si en el año 1856, según los cronistas, fue la primera fiesta pública en Manizales, fue ese año y en ese evento en el que se lucieron oficialmente estos animales, especialmente, los toros con fines recreativos. Pero eran mucho más populares los gallos y los caballos, pues cada habitante era dueño de un gallo o de un caballo, así que galleras y pistas para correr caballos eran parte de la infraestructura urbana.
Este sport, como denomina “Renacimiento” a las carreras de caballos, imitando la actitud inglesa, tuvo en esta región de arrieros muchos aficionados, ya que giraba alrededor del caballo en su faceta más importante: la velocidad. Este divertimiento y también negocio, usualmente estuvo asociado con desórdenes, porque los alcaldes las prohibían con frecuencia, seguramente debido a las apuestas y sobre todo debido a aquellas que no se pagaban. Para octubre de 1918 se planificaron unas y sobresale la noticia que se imprimió un reglamento para encauzar el orden. Pocos días antes se había realizado una carrera de alto perfil. Se trató de una carrera de 9 y media leguas de larga que partía de la Plaza de Marmato e iba hasta el Puente de La Pintada. Corrían dos caballos: “Pavo”, montado por mr. Dickens y cuyo propietario era mr. Jenks, gerente y accionista mayoritario de la Compañía Minera de Marmato, fuera de ser uno de los dueños del Ferrocarril de La Dorada y del Cable Aéreo de Mariquita, y “Babieca”, que lo conducía Joaquín Arango. El reportaje publicado resume de esta forma el evento:
“Nos cuenta Don Alfredo Botero T., que el match de resistencia entre “Babieca” y “Pavo” fue un verdadero acontecimiento en Marmato, Caramanta y Valparaíso. Las apuestas excedían de $7.000, gentes hubo que hipotecaran sus casas para jugarle a la pata del bruto de sus simpatías. “Pavo” pasó por Valparaíso con una ventaja como de 16 cuadras sobre “Babieca”, pero en Farallones se detuvo atacado de la enfermedad cardíaca llamada vulgarmente salto. “Babieca”, a pesar de estar ya herido de muerte, pues sudaba sangre, y seguido de una multitud de jinetes que lo bañaban con alcohol y lo animaban a la lucha, alcanzó a pasar del punto en que reposaba “Pavo”. Fue entonces cuando los dueños del notable “Babieca” lograron abrir la apuesta. Allí mismo murió el valiente caballo a las 6 de la tarde de ese mismo día”.
En otra reseña del periódico “Renacimiento”, acerca de carreras, dice: “Muy animadas estuvieron las carreras de ayer. En la “Gran Barranca” se reunió un respetable concurso de damas y caballeros que presenció con interés el curso del espectáculo. 12 carreras se verificaron, todas interesantes, siendo la principal por la emoción que despertaron las concretadas entre “Kéfir” y “Canario” y “Resorte” y “Machaquito”. Para mañana se anuncian otras que de seguro estarán aún más concurridas, por verificarse en día festivo. Muy bueno que el público se divierta y que de esta diversión quede un buen saldo en favor de una importancia obra de beneficencia”. Al otro día hubo 15 carreras más y una crecida afluencia de público. Salvo unos accidentes de los jinetes, no hubo nada qué lamentar.
La entidad beneficiada con el evento fue el Pabellón de tubérculos. Sufrirán los animalistas con este recuento que pone de relieve el gusto y la tradición que tiene la ciudad respecto al uso que le damos los manizaleños a los animales. Da gusto imaginarse este evento y cómo la ciudad, muy bien trajeada, acudía al sitio ubicado en Chipre para recrearse. Los venteros ofrecían sus productos; los jóvenes disfrutaban de la presencia del sexo opuesto, porque solo en misa en esa época era posible apreciar a los futuros esposos y esposas. La emoción de las competencias que lograba convertirse en pequeños brotes de histeria colectiva. Provienen estos datos de la colección de periódicos que heredó Ramiro Henao y que amablemente me prestó quedando demostrado que los periódicos locales son una excelente fuente para la historia.