El mes de octubre hace insistencia en la realidad de que la Iglesia es misionera; es decir, no es una ONG de solo ayudas, ni la pertenencia a un club en el cual se busca el bienestar, la comodidad, la amistad, el progreso de sus integrantes. Es mucho más para la vida.
Ese mucho más radica en la verdad de que cada bautizado es un misionero en el mundo, tiene la tarea de ser evangelizador de los sitios donde se vive, ser luz y no oscuridad para nadie. Eso sólo es posible si se sigue el camino dejado por Jesús de Nazareth y se vivencia en el amor total.
En octubre también se hace hincapié en quienes de manera total entregan la vida para ser misioneros donde no se conoce al Señor o está en comienzos la Iglesia como comunidad de Jesús; son aquellos (as) que han dejado todo: casa, madre, padre, hermanos, riquezas, comodidades para ir como navegante de la fe y la felicidad a los sitios más alejados, más abandonados, más ignorantes del Evangelio vivido como Buena Nueva.
Me decía una gran amiga que en el trabajo social que desempeña en un apartado y difícil sitio del país, ella había quedado conmovida al descubrir que en los sitios más lejanos había siempre un misionero (a) sacerdote, religioso, monja o laico que anuncia el Evangelio viviendo dentro de la comunidad. Son valientes y convincentes mensajeros de la Gloria de Dios.
Muchos de ellos (as) han sido matados a causa de su labor evangelizadora por fuerzas opositoras; se calcula la cifra de 70 millones de cristianos martirizados en el mundo en 2.000 años. El siglo pasado fueron 12.692 y en lo que va de este siglo XXI ya la suma asciende a 1.624.
A todos estos muertos por la Fe hay que sumar los mártires de la caridad como los médicos, enfermeros (as), religiosas que murieron contagiados durante epidemias mortales; los mártires por la justicia, los catequistas asesinados. No callemos los perseguidos que no pueden abrir un templo para el culto, no pueden editar libros cristianos o ni siquiera pueden tenerlos en sus casas incluyendo La Biblia.
Una Iglesia misionera es una comunidad viva, pujante. Estos misioneros (as) son empuje para nosotros, pues muchos pueden brindar sus vidas para ir a lejanas regiones o bien empezar a ser evangelizadores, anunciadores de la presencia del Señor en todo lugar. Una Iglesia viva es una Iglesia de todos misioneros (as).