Tomando como referencia los últimos torneos cortos –bajo la misma dirección administrativa y deportiva– es costumbre que Once Caldas cambie su nómina, y que cada semestre salgan y lleguen en promedio 10 jugadores, lo que evidentemente señala ausencia de procesos.
El mal ojo al momento de contratar, las diabólicas recomendaciones, la mano de obra barata, el no cubrir las posiciones clave, son los determinantes, confluyendo en fracasos reiterativos que duelen al hincha, laceran la imagen del club, e impiden un proyecto con resultados.
Iniciando 2022 se fueron 16, Huber Escobar, Buschiazzo, Balanta, Yoiver, Viáfara, Palacios, Roa, Laszo, Higuita, Cuero, Micolta, Estacio, Otálvaro, Angulo, Messinitti y Marco Pérez; y a mitad de año, Palma, Banguero, Giraldo, Guzmán, Pérez, Carreazo, Mender y Quiñones.
Política errada, sin planificación, recibiendo cuanto ofrecían –bien porque estaban inactivos, eran agentes libres, o no representaban una cuantiosa inversión– y sin osadía para negociar, lo que –al parecer– modificaron según los refuerzos anunciados, en su mayoría con presente.
El 1 de noviembre, tras la eliminación, y previo a una junta directiva en la que se suponía el tema era la continuidad del técnico, trascendió que el mayor accionista, Jaime Pineda, había mostrado interés y adelantado contactos con Sherman Cárdenas y Dayro Moreno.
¡Oh sorpresa! los mismos que hoy hacen parte de Once Caldas. ¿Realidad, coincidencia o casualidad? lo cierto es que el asunto traza diferentes lecturas.
Una, son su apuesta, sin consultas al entrenador, y como respuesta a declaraciones anteriores sobre mejoras en la calidad del producto para 2023.
Dos, por encima de lo que piensa el encargado del grupo, los dueños entendieron que parte de la solución está en la adquisición de un goleador, y de un armador, posiciones desdeñadas por quien infructuosamente, y sin sentido, intentó fútbol de otra generación.
Este cronista, desde hace años viene planteando que lo importante es cubrir las vacantes, más que traer cantidad para todos los puestos, y con Sherman y Dayro están llenando esos vacíos. Era lo que había que hacer, desde la temporada pasada, y no se hizo.
El creativo nunca se buscó, el único atacante vinculado fue Eduar López –tercer suplente del Medellín– y eso sí, para atrás, donde menos se necesitaba, sumaron a Riquett, Gallardo, Pico, Celis y Artunduaga. Con razón ese aburrido esquema que caracterizó al Once Caldas 2022.
Ya lo demás –volviendo a lo actual– dependerá de los jugadores; de su rendimiento y buen comportamiento, porque de entrada ilusionan, le dan forma a lo inexistente, y al menos sobre el papel obligan a mudar esa idea conservadora, sin réditos, que poco aporta al espectáculo.
Conmovedor además el entusiasmo por Dayro Moreno, quien ojalá comprenda –en el ocaso de su carrera– ese sentimiento y lo revierta con goles. Lo de Sherman, simboliza el talentoso que gusta acá, donde contrario a las últimas predicas, tiene sustento la pelota al piso.
Esta vez salieron nueve, Murillo, Mancilla, Córdoba, Balanta, Valdés, Del Valle, López, Barbaro y Gómez, y han incluido seis caras nuevas, los mencionados, más Santiago Jiménez, Andrés Correa, John Fredy Pajoy, y el regreso de David Lemos, es decir, la cuota se mantiene, por lo que faltarían dos, que no sobrarían.
Se envejeció el plantel, se requiere un trabajo serio que dosifique las energías, con posibilidades para los canteranos, y con utilización inteligente de la materia prima. Incurrir en los errores cometidos será el acabose, y los plazos deben ser cortos.
Hasta la próxima…