Según el último reporte del DANE, al mes de septiembre la inflación en Colombia fue de 5,18%. La cifra preocupa por partida doble. De una parte, inquieta profundamente su tendencia al alza en los últimos cuatro meses, junio (4,82%), julio (4,90%), agosto (5,10%) y septiembre (5,18%). Por otro lado, porque esa tendencia, así como su marcada rigidez, permiten asegurar que por quinto año consecutivo no se cumplirá la meta fijada por el Banco de la República, de entre 2% y 4%, lo que en términos prácticos significaría una inflación en niveles del 3%.
¿A qué obedece este fenómeno y qué podemos esperar hacia adelante? Cualquier análisis objetivo sobre este tema comienza por agrupar las posibles causas en tres grandes categorías. Para ello, conviene utilizar la metodología definida por la academia y por los grandes bancos centrales del mundo para entender las razones de la inflación. Y podría decirse que en Colombia esta ‘enfermedad’ exhibe síntomas de estas tres categorías. Vamos por partes.
En el primer grupo tenemos los ‘factores de demanda’. También llamada inflación de demanda.
Cuando hay ‘mucha plata’ circulando, la gente puede llegar a comprar (demandar) por encima de las capacidades del aparato productivo. Y en Colombia hay varios hechos que ratifican el actual ‘exceso’ de dinero.
Por un lado, el Gobierno nacional endeudándose y gastando ‘como loco’; por otro lado, 13.000 millones de dólares anuales de remesas, ingreso vital para el sostenimiento de muchísimas familias colombianas; y para rematar, el dinero generado por el narcotráfico y la minería ilegal.
Como quien dice, ‘plata es lo que hay’, pero las consecuencias, inevitablemente, se traducen en mayor inflación.
En el segundo grupo, tenemos los denominados ‘factores de oferta’. Resulta incontrovertible que los paros, cierres de vías, aranceles y, especialmente, incrementos desbordados en el salario mínimo, contribuyen a incrementar los costos de los productos y por ende a alimentar el problema inflacionario. En ese sentido, poco ayuda el reciente anuncio del Gobierno nacional de incrementar en un 11% el salario mínimo para el 2026.
Y en el tercer grupo encontramos las famosas ‘expectativas de inflación’. Y es que cinco años consecutivos (2025 incluido) de inflaciones elevadas, por encima de la registrada en nuestros países vecinos, refuerza la creencia de los hogares y las empresas de que el futuro será similar. En anticipación a un escenario de mayores precios y, consigo, costos, tienden a precipitar estos incrementos. Se torna en una profecía autocumplida, muy difícil de evadir.
Frente al panorama anterior, uno de los grandes coletazos tiene que ver con la tasa de interés. Y es que mientras no se tenga el control absoluto de la inflación, al Banco de la República no le queda otra opción sino la de mantener su tasa de intervención en 9.25%. Es decir, deberá seguir “enfriando” la economía con una tasa de interés alta, para contener los choques de oferta y demanda y para que el 2026 no sea el sexto año consecutivo en incumplir su meta. Y al paso que vamos, así será.