Hace algunos meses, desde este mismo espacio, llamé la atención sobre las delicadas consecuencias que representaría para Colombia la cancelación de la “tarjeta de crédito país”, técnicamente denominada Línea de Crédito Flexible, que posee la Nación con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Pues resulta que la semana pasada las autoridades colombianas, ‘motu proprio’, tomaron la decisión de cancelar este acuerdo con el FMI. Es como cuando alguien toma unas tijeras y, sin pensarlo dos veces, pica su tarjeta de crédito en añicos para no tener la tentación de endeudarse más, entre otras cosas, porque sus finanzas están sanas o porque la capacidad de pago se encuentra al límite. Digamos que, en teoría, esas serían explicaciones serias y razonables.
Pero si se analizan con detenimiento las razones de la decisión tomada por las autoridades económicas colombianas nos encontramos con una situación que dista mucho del ejemplo de las tijeras. Porque una cosa es que ‘piquemos’ la tarjeta con un sentido de responsabilidad financiera y otra muy distinta es que lo hagamos porque el banco nos tenga con ‘matrícula condicional’, por nuestro sobreendeudamiento y desorden en el manejo financiero.
Pues bien, hace unos meses el FMI le advirtió a Colombia que si no trazaba un plan de recuperación para las finanzas públicas, robusto y creíble, nuestro país se vería en la penosa situación de perder la Línea de Crédito Flexible, lo que en la práctica significaba el posible retiro de la “tarjeta de crédito país”.
Y si vamos al terreno de la práctica, la realidad es que las finanzas públicas colombianas vienen en franco deterioro y transitan por una senda complicada. El desbordado incremento de la deuda pública, el desmedido y desfinanciado presupuesto nacional para el 2026 y el reiterado incumplimiento de la Regla Fiscal, dan testimonio de ello.
Y como no se avizora una solución de fondo al problema, pero en cambio las perspectivas fiscales para el año próximo auguran un deterioro aún mayor de las finanzas públicas, resulta curioso, por decir lo menos, que se renuncie a una línea de crédito automática de 8 mil millones de dólares, cerrando de paso una válvula de escape a la economía colombiana.
No obstante, hay que mencionar que según el propio Banco de la República “esta decisión se toma en un momento en el que los niveles de liquidez internacional del país son adecuados, con un nivel de reservas internacionales que actualmente alcanza los 65,5 mil millones de dólares”. ¡Sin palabras!
Pero, repito, llama la atención que en medio de una situación fiscal tan compleja, el ministro de Hacienda renuncie a una posibilidad de financiamiento barata e inmediata. Ah, y que, paradójicamente, ello coincida con el día en que el mismo funcionario renunció a su visa americana.
Será que con esta ‘tarjeta de crédito’, guardadas las proporciones, ¿se hizo lo mismo del empleado ‘precavido’ que renunció antes de que lo echaran? O lo que es aún más diciente, ¿se renunció a ella porque su cancelación se veía venir? Habrá que analizar las explicaciones. ¿Dignidad o pragmatismo?