Conversaba con mi hermano sobre un tema que resonó en mi mente. Me contaba cómo en Suiza, hace unos años, se propuso reducir los impuestos para atraer más empresas al país. Sin embargo, en lugar de competir con incentivos fiscales (bajar impuestos para que llegaran empresas), los suizos optaron por proteger su ventaja competitiva: el recurso humano. El argumento era claro: el talento y la calidad de vida que ofrece Suiza son su verdadero atractivo, el verdadero motor de desarrollo. Al escuchar esto, no pude evitar recordar el caso de una empresa reconocida de Manizales que, luego de instalar una planta en otra ciudad, decidió regresar por completo a Manizales. La razón: el valor del capital humano manizaleño.
Manizales, conocida por su calidad de vida y por ser una ciudad universitaria, tiene una de las mayores concentraciones de talento del país. Este atractivo es algo que deberían entender quienes piensan en la vocación productiva de la ciudad. En un mundo en el que las empresas de todos los sectores compiten por atraer al mejor talento, Manizales podría posicionarse como un punto de referencia. La oportunidad está en sus manos, y el enfoque debe ser claro: atraer, retener y formar el mejor talento en Colombia para crear el ambiente ideal que atraiga también a más empresas e inversión.
Sin embargo, a pesar de estas fortalezas, las acciones de Manizales no parecen dirigirse hacia ese camino. Para realmente consolidarse como un centro de capital humano de alta calidad, la ciudad necesita un ambiente propicio para vivir y trabajar, algo que aún queda en deuda. Si bien es cierto que la ciudad se destaca en algunos indicadores comparada con otras regiones de Colombia, hay aspectos cualitativos que no se pueden ignorar. Una ciudad vibrante necesita ser caminable, tener parques y zonas verdes que conecten con la comunidad y promuevan un entorno saludable. Pero, en cambio, las áreas verdes se están reduciendo y muchos de los nuevos desarrollos urbanos siguen un modelo en el que dependemos cada vez más del automóvil.
En términos de movilidad, falta un impulso claro hacia opciones sostenibles como ciclovías y rutas peatonales que permitan moverse con facilidad sin tener que depender de un carro. Las ciudades en Europa, por ejemplo, priorizan estos medios porque entienden que la calidad de vida se construye desde el urbanismo, pensando en quienes viven allí. En Manizales, en cambio, seguimos viendo un desarrollo urbano que no prioriza estos aspectos y, además, dependemos de otras ciudades cercanas para conectar por vía aérea, limitando el acceso a quienes podrían invertir y trabajar aquí.
Para que Manizales logre atraer y retener al mejor talento, y a las empresas que lo buscan, debe plantearse una visión de desarrollo en la que los ciudadanos sean el centro. Tanto hemos buscado la vocación productiva de la ciudad, y parece que la respuesta está en nuestras manos: consolidar a Manizales como un polo de talento y calidad de vida en el país.