Venezuela es un país bendecido con una riqueza natural que podría situarlo entre los países más prósperos del mundo. Con vastas reservas de petróleo, carbón, diamantes y oro, Venezuela tiene el potencial de ser un gigante económico. Sin embargo, esta inmensa riqueza se diluye en manos de un gobierno que, bajo un régimen socialista, ha logrado la extraordinaria hazaña de transformar la abundancia en miseria.

Para empezar, consideremos las cifras. Venezuela cuenta con las mayores reservas de petróleo del mundo, estimadas en 303.2 mil millones de barriles. A un precio de mercado de aproximadamente $70 por barril, estas reservas representan una fortuna incalculable. Pero eso no es todo; Venezuela también posee 806 millones de toneladas de carbón, 161 toneladas de oro, y aunque menos conocidos, también hay diamantes en el país. Esta riqueza debería ser motivo de orgullo y prosperidad para cualquier nación, pero en el caso de Venezuela, parece ser una maldición que carga como un pesado lastre.

Si comparamos esta riqueza con la de otros países, como los Emiratos Árabes Unidos y Catar, que también tienen importantes reservas de recursos naturales, Venezuela se destaca de manera sorprendente. Los Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, tienen 97.8 mil millones de barriles de petróleo y 55 toneladas de oro. Catar, por su parte, cuenta con 25.2 mil millones de barriles de petróleo y 56.5 toneladas de oro. Aunque estos países son conocidos por su opulencia y altos niveles de vida, las reservas de Venezuela superan con creces las de estos estados del Golfo. Sin embargo, mientras que los ciudadanos de estos países disfrutan de un nivel de vida excepcional, los venezolanos deambulan famélicos por el mundo exiliados por el hambre en su país.

El valor total de las reservas de Venezuela, cuando se divide entre su población de aproximadamente 33.1 millones de habitantes, resulta en una riqueza per cápita extraordinaria, estimada en USD 656,693. Este valor sitúa a Venezuela como el segundo país más rico del mundo en términos de riqueza per cápita, solo superado por los Emiratos Árabes Unidos, cuyo valor per cápita es de USD 1,004,913. En teoría, cada ciudadano venezolano debería disfrutar de una calidad de vida excepcional, con acceso a servicios de alta calidad y una economía vibrante. Pero claro, ¿quién necesita calidad de vida cuando se puede tener una crisis económica perpetua?

El régimen socialista, encabezado por Nicolás Maduro, ha implementado políticas que han socavado la economía del país. La nacionalización de industrias clave, la expropiación de empresas privadas, la falta de inversiones en infraestructura, la corrupción rampante y la mala gestión han exacerbado estos problemas, llevando al país a una situación de desesperanza y declive. Es como si el gobierno se hubiera propuesto convertir el oro en plomo, una versión moderna de la alquimia pero en reversa. ¿Qué mejor manera de gestionar los recursos naturales que dejándolos pudrir bajo tierra? ¿Quién necesita petróleo cuando se puede tener escasez de productos básicos? Parece que el régimen ha encontrado una nueva forma de economía: la economía del desabastecimiento. En efecto, el manejo de los recursos petroleros es un claro ejemplo de esta mala gestión. A pesar de tener las mayores reservas de petróleo del mundo, la producción de crudo en Venezuela ha disminuido significativamente en los últimos años.

La falta de inversión en tecnología y mantenimiento, junto con la pérdida de talento humano debido a la emigración masiva, ha reducido la capacidad de producción de PDVSA, la empresa estatal de petróleo. Esto no solo ha afectado los ingresos del país, sino que también ha llevado a la escasez de productos derivados del petróleo en el mercado interno. La riqueza potencial de Venezuela contrasta amargamente con la pobreza y la desesperación de su gente. La situación actual es un testimonio de cómo la riqueza de un país puede ser dilapidada bajo un régimen que no prioriza el desarrollo sostenible y la buena gobernanza. La frase del economista Milton Friedman resuena fuertemente en el contexto venezolano: “Si el gobierno federal se hiciese cargo del desierto del Sahara, en cinco años habría escasez de arena”. Esta sentencia refleja la realidad de un país que, a pesar de su inmensa riqueza natural, sufre las consecuencias de una mala administración y políticas equivocadas.