Ya había dicho poéticamente el clásico español, don Ramón de Campoamor, del Siglo de Oro español: “(…) en este mundo traidor / nada es verdad o mentira, / todo es cuestión del color / del cristal con que se mira”. Con esa expresión, el poeta quiso decir que no se puede generalizar, porque todo es relativo. Medidas oficiales, dispuestas con un rasero, no tienen en cuenta circunstancias sociales y económicas de aquellos a quienes afectan, que en un país como Colombia, extenso y diverso, varían de una región a otra; y del sector urbano al rural. Muchas de las normas oficiales deben ser diferenciales, casuísticas, porque no es lo mismo ordenar procedimientos o normas para la costa caribe; Cundinamarca y Boyacá; Valle, Cauca y Nariño; y Antioquia y el Viejo Caldas, por ejemplo, aplicándolas en forma generalizada. Lo mismo que para las grandes ciudades: Bogotá, Cali, Medellín y Barranquillas y otras, incluidas las intermedias, que para las pequeñas poblaciones y el sector rural. Por ejemplo: el salario mínimo no debe ser el mismo en el área metropolitana de Bucaramanga que en Ocaña o San Gil, teniendo en cuenta factores como el transporte urbano y el costo de vida, en general.
Estaban bien orientados los dirigentes liberales de principios de la república, que proponían un estado federal, para que cada región organizara su normatividad institucional y sus estamentos legislativos y judiciales, así como sus finanzas, reservándose el gobierno central el manejo de asuntos como la macroeconomía, las relaciones internacionales y la defensa nacional. De la misma manera, los legisladores deben actuar en función de las regiones que representan, porque donde están los electores de cada parlamentario radica la responsabilidad de su gestión. Pero se impuso el centralismo conservador, ratificado con la Constitución del 98; que la nueva del 91 en poco lo cambió.
Sociólogos, economistas, urbanistas, empresarios y académicos, en teoría, reconocen que a Colombia la conforman por lo menos siete países, con características socioeconómicas diversas y que lo racional sería que éstos se agruparan para señalar sus rumbos administrativos y el manejo de las finanzas públicas, así como la orientación de sus recursos productivos, para darles mayor eficiencia y racionalidad. Algo parecido a los distritos agroindustriales que implementó en el departamento de Caldas, con acertado criterio, el exgobernador Emilio Echeverri Mejía, para agrupar poblaciones del oriente, el occidente, el sur y el centro del departamento, cuyos recursos productivos son análogos, para que los planificaran, explotaran y comercializaran de manera armoniosa y coherente, garantizando de esa manera mayor eficiencia, en beneficio de la comunidad. Tal medida, en otras regiones, debe ser un imperativo.
Estas disquisiciones, comentadas con gente racional y pensante, son palabras que el viento se lleva, hasta donde no llega el talento de quienes gobiernan, cobijados por la “dictadura de las mayorías”, en las democracias decadentes.