Desde el inicio de la vida en el planeta, ha sido continua la evolución de las especies, investigada y propalada por los seres humanos sapientes, para distinguirlos de otros. En la actualidad es posible diferenciar todos los habitantes conocidos, asignándole una nomenclatura, con dos variables, hoy hasta tres, por ahora irreemplazable, ideada por el científico sueco Carlos Linneo, 1707-1778, que permite establecer la génesis de cada individuo que hace parte de la naturaleza.
Lo establecido por el naturalista, le permitió a él y sucesores establecer géneros, familias, clases, tipos, con los tradicionales y modernos reinos.
Los expertos han ido definiendo las cualidades de todos los seres que han habitado o habitan la tierra. El concepto de algunas especies se ha modificado en la medida que las investigaciones en varias ramas de la ciencia se han intervenido. No es lo mismo la consideración actual sobre el perro, que la efectuada hace 75 años.
Un artículo publicado en Science la semana pasada: Los chimpancés son científicos naturales. Analiza el comportamiento mental de los chimpancés, un primo de los actuales seres humanos, comparando las reacciones no racionales con las supuestas racionales.
El artículo referencia un conocido autor, Arthur C. Clarke, quien se preguntó si los seres humanos modernos están solos en la naturaleza, o sea que si son únicos en cuanto a sus comportamientos mentales que implican uso de la razón.
Los hallazgos demuestran que los simios no humanos tienen una capacidad espontánea para sopesar la evidencia de diferentes fortalezas, revisar las elecciones previas y adaptarse cuando se revela que la evidencia no es confiable. Con ello, como lo expresa el artículo en mención: los grandes simios al igual que los humanos no están solos como seres racionales.
La presentación del trabajo investigativo termina con una consideración que modifica la idea preconcebida sobre los simios, por ahora, que: Es un profundo regalo saber que cuando un chimpancé mira a los ojos de una persona, ellos también podrían estar reflexionando sobre sus creencias sobre los humanos.
Esto, cambia de una manera radical la forma de interpretar las acciones derivadas del comportamiento de los simios y quizá de otras especies cercanas o lejanas al ser humano. Sin embargo, no pueden confundirse las acciones propias de otros animales con el raciocinio estándar inherente a las personas.
Es imperativo diferenciar, acogiendo o rechazando, comportamientos de las personas que no se ajustan a lo que se espera de ellas en medio de su vivir con otros seres humanos.
Por ahora, y tal vez nunca, los animales no son ni serán iguales naturalmente a las personas, aunque tengan ciertas características que se consideren próximas a ellas. Sin embargo, todo podrá cambiar con la evolución biológica, en medio de la tecnología y su adaptación a ella mediante técnicas de alta precisión, incluyendo la nanotecnología incrustada corporalmente o modificada genéticamente.
Por lo mismo, hay que rechazar de plano el comportamiento de las personas como seres irracionales, de lo cual hay ejemplos a montones, porque es una regresión inadmisible.