Medicina en Guarinocito
Mediante la autonomía, la Universidad de Caldas ha aprobado, como mecanismo de extensión la apertura de la Escuela de Medicina en el oriente del departamento, propiamente en Guarinocito, La Dorada.
El Consejo Superior Universitario mediante resolución, ha determinado que se inicien oficialmente los trámites para el cumplimiento del ofrecimiento realizado a la comunidad y comenzar acogiendo a 30 estudiantes de la primera cohorte de estudios médicos.
Ello dará lugar a consideraciones a favor o en contra del proyecto, el cual tendrá que ser estructurado finalmente bajo la estricta lupa universitaria y la vigilancia y control del gobierno.
La realidad deberá ajustarse a patrones rigurosos de calidad y oportunidad. La alegría que invade a los habitantes de Guarinocito y áreas aledañas, debe estar sustentada al mantener la seriedad de la Universidad frente a los ciudadanos y sus instituciones, que van a ser beneficiadas.
La extensión, uno de los tres pilares básicos de la educación superior, aunado a docencia e investigación, es un deber institucional para con los ciudadanos quienes son principio y fin. Ni la sola infraestructura ni la tecnología ni los programas ni los componentes financieros ni las solicitudes externas ni las capacidades docentes ni los objetos investigativos ni la urgencia de formación ni la ausencia de academia, por sí solos, son garantía para extender una Escuela y menos como Medicina.
Los directivos universitarios tienen el deber y la capacidad de proyectar y, ejecutar lo mejor, considerando los actuales y futuros momentos.
Conmemoración
Dos semanas de noviembre de 1985 marcaron dos macrohistorias desafortunadas e inolvidables, por decir lo menos, en la vida nacional. La parcial realidad de los sucesos provoca en el más impasible de los colombianos un rechazo que lo entristece y más si los vivió, aún en la distancia. Los hechos: el doble ataque al Palacio de Justicia y la erupción del volcán Arenas del Nevado del Ruiz.
Lo trascendente fue la pérdida de vidas de seres humanos y las secuelas psíquicas en los sobrevivientes y familias. El número adquiere proporciones diferentes que se reflejan en el dolor familiar, que todavía persiste e imploran por la verdad y el resarcimiento, en todo sentido.
Como casi todo, nunca fue primera vez. No era el primer ataque al Palacio de Justicia, ya en abril de 1948 fue objeto de incendio; ni fue la primera erupción volcánica.
Retrospectivamente analizados, las muertes de los eventos pudieron ser evitadas, de ello no hay duda. Pasarán otros años para conocer la verdad absoluta de los hechos que se han ignorado. La historia definirá responsabilidades que todavía se niegan, por imperio de la condición humana.
Hay relatos, producto de investigaciones juiciosas, como deben ser, que añaden más y más elementos de estudio a las catástrofes. Lo que vino después fue una inmensa y afortunada solidaridad nacional e
internacional. No todo fue nítido en la utilización de las ayudas; quedaron dudas que cayeron en los terrenos del olvido y la condonación.