La cultura se transforma todo el tiempo, lo que antes considerábamos bello o ético puede ser que después pueda ser considerado un acto de crueldad. En Manizales, el debate sobre la tauromaquia ha encendido precisamente ese debate: el de una ciudad que se mira al espejo y se pregunta qué tradiciones quiere conservar y cuáles desea dejar atrás. Una interesante oportunidad para gestionar las tensiones que trae cualquier transformación sociocultural.
Es un hecho que los toros han hecho parte de la cultura de Colombia y particularmente de Manizales, gente de todos los espectros políticos y esferas socioeconómicas han disfrutado por años del espectáculo de la tauromaquia, que vale la pena decirlo, va más allá de torear un toro de lidia. El traje, la música, los ritos de cada momento han construido un universo simbólico que es del agrado y disfrute de muchas personas.
Pero tampoco podemos ignorar que el contexto social ha cambiado. El movimiento animalista viene creciendo con el paso del tiempo y el respeto a todas las formas de vida se ha tomado la agenda pública de manera progresiva. El respeto por los animales, la conciencia ambiental y el reconocimiento de nuestra interdependencia con la biodiversidad son hoy valores compartidos por buena parte de la ciudadanía, en especial por las nuevas generaciones.
En un país cada vez más polarizado, donde las redes sociales reemplazan al diálogo y los memes sustituyen al pensamiento, escuchar al otro se ha convertido en un acto rebelde. Nos dejamos llevar por memes o reels de Instagram y pocas veces nos sentamos a conversar o escuchar al que piensa distinto. Para el caso de los toros en Manizales creo que hacen falta más conversaciones, entender el lugar desde el que otro habla, su historia, sus prácticas culturales, sociales y ambientales ligadas a la defensa o no de la tauromaquia.
La prohibición de la tauromaquia no tendría por qué significar perder su esencia cultural. Lo que a mi juicio es importante, es que, en caso de mantenerse la prohibición, se abre una puerta maravillosa para que la sociedad manizaleña encuentre nuevos caminos qué recorrer para resignificar su cultura y su patrimonio. Si la Feria de Manizales no tiene toros, ¿qué tendrá? ¿En qué basaremos una parte importante del beneficio económico que deja la Feria?, ¿en qué tradiciones se soportará la Feria?, ¿qué elementos simbólicos e identitarios queremos expandir para que propios y visitantes conozcan esta tierra? ¿podría dejar de existir el toreo como práctica, pero mantenerse su universo simbólico? ¿cómo?
Se abre una interesante oportunidad para que como sociedad conversemos, aportemos sobre lo que es la ciudad, lo que queremos resaltar de ella, porqué y para qué se da esta transformación, qué usos puede tener la plaza. Tal vez los toros, símbolo de fuerza, nos recuerdan que el verdadero valor no está solo en sostener la tradición, sino en atreverse a transformarla con respeto y dignidad.