En algún discurso reciente, dijo el presidente: “Ay, Manizales del alma ya no cree en la Svástica”. Aludía claramente a la hipótesis de que, a su juicio, Manizales había sido hasta ese momento un nido del nacionalsocialismo hitleriano. Se trata de una afirmación insostenible por varias razones: la desmesura, la profunda equivocación histórica que encarna y la inutilidad en la voz del jefe del Estado.
Para escribir esto no me valgo de ninguna representación del conglomerado social que me vio crecer. En primer lugar, porque así como en el Senado obro con independencia, también respecto de mis coterráneos tengo apegos y críticas. Además, no ejerzo como político. La escuálida votación con la que algunos pocos manizaleños me han apoyado, me coloca en este escrito por fuera de los cánones de la democracia representativa. Sí tengo, eso sí, mi alma prendida a esa tierra. Mi barrio construido de adobe y clase media; mi colegio regentado por curas donde recibí enormes enseñanzas en libertad; el padre Aristizábal, mi profesor de filosofía; mis tertulias literarias; mis compañeros en rebeldía; mis primeras juergas; mi familia que ha perdido el ancla de mi esposa, pero que marcha con mis hijos; y mis amores que permanecen allí, quizás de forma subcutánea.
Pero cuando digo que en mi opinión el presidente se ha equivocado, lo hago de manera racional y no basado en sentimientos irrenunciables. La historia: en Manizales sí ha existido una vena de conservadurismo importante. Quizás a eso quiso hacer alusión el presidente en su desafortunada frase producto de emociones oratorias inaceptables. Pero fueron expresiones que, si bien hemos combatido, tienen raigambres muy distintas al nazismo. Hubo nexo con las ideas del nacionalismo español. Pero falla el presidente si encuentra en ellas conexiones sustantivas. El conservadurismo caldense -Los Leopardos-, se aferraba a ideas católicas muy alejadas de Hitler. En mi caso, para que no se me malinterprete, no he compartido ese ideario. Pese a mi hogar católico, desde joven tomé otro camino. Hoy comparto el mensaje que dejó para la humanidad el Cristo humano. Pero siempre me resistí a la burocracia vaticana, autoritaria, cruelmente enemiga del placer y basada en castigos eternos. Pero decir que las figuras conservadoras manizaleñas abrevaban en el nazismo es una equivocación del tamaño de la Catedral de la ciudad. Desde niños convivimos con árabes y judíos en armonía ejemplar.
Un segundo error importante, es que pretermite la evolución de ese conservadurismo. Aunque nunca le hemos cedido un centímetro en lo ideológico, no es posible desconocer su aversión a la violencia. En Manizales estuvimos exentos de esa tragedia nacional. De paso, quienes agitábamos banderas de cambio, negamos todo espacio a la violencia. Y en eso coincidimos, todos a una, con los conservadores. Cuando los dos partidos asolaron tierras vecinas, jamás las armas hicieron presencia en nuestra ciudad. En nuestra universidad, pública y democrática, coexistimos de manera pacífica tirios y troyanos.
De allí se deriva una tercera carencia: no encuentro sentido en desconocer que, aún con esa presencia conservadora importante, hemos tenido una vena cultural, política y social contestataria. ¿Pensó el señor presidente en sus propias huestes, las que lo han acompañado a él y, antes, a militantes fieles ubicados en su propio terreno político? ¿No implica desdén por sus copartidarios una expresión tan dramática como la que pronunció? Por fin, derivado de lo anterior: ¿cuál es la utilidad de estas generalizaciones que ofenden como perdigones desenfrenados? ¿Ofensas que, estoy seguro, tampoco los seguidores del presidente van a recibir con alivio. Si quería agradecer la manifestación del primero de mayo, ¿era necesario acudir a la descalificación generalizada? ¿Es esta la forma como concibe la unidad nacional que él representa?