Es errado atribuir un suicidio a uno, entre otros factores, que solo fue el detonante.
  Incluso, el mismo suicida puede dejar una nota en la que culpa, pongamos, a la pareja que le terminó.
  En su confusión no es capaz de ver que existían razones más poderosas para hacerlo.
  Casi siempre se juntan un escaso amor propio, poca o nula vida espiritual y bloqueos emocionales.
  También una mente sin control, y serios problemas afectivos, económicos y de relaciones.
  No hay que juzgar al suicida porque no puede más con tantas cargas encima.
  Actúa desesperado y al morir el cuerpo, ¡oh sorpresa! se da cuenta de que solo se quitó el empaque físico y no la vida. 
  Su alma queda vagando por acá hasta que, trasciende, y muy pronto reencarna a afrontar lo que intentó evadir.