Transmutación era la palabra y la obra que amaban los alquimistas, por allá, en la Edad media. 
En sus laboratorios y hornos o atanores, trabajaban con mercurio, azufre y sal, el agua y el fuego.
Buscaban transmutar metales corrientes en oro, y hallar la panacea universal.
Pero primero trabajaban mucho en sí mismos para llegar a una transmutación interior:
Evolucionar desde un estado imperfecto, corruptible y efímero, a un estado perfecto y sano.
La piedra filosofal representaba una clave mística que haría posible esa buena evolución. 
Era un proceso espiritual, era pasar de la ignorancia a la iluminación y la paz interior. 
La piedra representaba alguna verdad o poder espiritual oculto que llevaría hasta esa meta. 
@gonzalogallog